El sol brilla otra vez. Brilla tanto que mientras tienes los ojos cerrados, atraviesa tus párpados y la luz se cuela en tu cabeza, tiñe todo tu interior de un tenue anaranjado que ilumina lo que estás soñando. Comienza a calentar la habitación, la cama, tu cuerpo, tu cara; calienta tanto que te despierta y comienzas a moverte.
Así es el amanecer que todos queremos, el que nos incita a despertar de buen humor, el presagio de un provechoso y amable día.
Pero también es así como se siente el hacer lo correcto, recibir una buena noticia, ayudar a alguien o un golpe de suerte. Un calor inunda tu interior y recorre tu cuerpo; te llena de un extremo al otro con una especie de tranquilidad y paz, alegría.
De igual manera, así como el sol alumbra directamente en tu cara hasta que despiertas, estas buenas cosas te golpean justo en la frente hasta que las reconozcas y las tomes, hasta que las vivas y no las dejes ir.
Otra coincidencia extraña, es que por la noche el sol desaparece y en su lugar te cubre la luz de la luna; ella regala una iluminación muy distinta y contrastante si la comparas con la calidez de la mañana. Con esa luz, no hay calor ni un tenue color naranja; es una escala de grises y azules que se esparce por tu cuerpo llenándolo de frescura mezclada con calma; no es frío ni vacío. De la misma forma, cuando las cosas buenas se terminan, nuestro cuerpo se inunda de algo muy parecido a la nostalgia, aunque no necesita convertirse en tristeza.
Cuando las malas noticias llegan, cuando te equivocas, si lastimas a alguien o tienes una mala racha; tu cuerpo ya no se siente animado y vivo con la alegría del calor, más bien se siente duro y un poco frío por la brisa fresca, pero no debes dejar que pierda su fuerza.
Esa es la maravilla del día y de la noche, de las cosas buenas y de las malas. Pueden llevarte por toda una gama de sensaciones y niveles, pero la elección de sufrir o atorarte en ellas, es tuya. No importa si estás en el calor o en el frío, pronto llegará el tiempo de su opuesto y en un momento volverán a cambiar de lugar.
Es cuestión de mantener la paciencia y estar consciente de que a veces se está arriba pero también se puede bajar. El secreto está en no perder la calma y siempre mantener la vista fija en el lugar al que quieres llegar; a sabiendas de que para poder estar ahí tendrás que pasar por un camino largo y difícil; el premio es llegar a la meta cuando bien pudiste haberte quedado a la mitad del camino.
Fotografía: http://perfumes-valencia.org/wp-content/uploads/2012/02/Dia-y-noche-perfumes-valencia.jpg
Hermosa descripción !
¡Gracias, Anelita! :D
Mi perspectiva es diferente, ni mejor, ni peor: Cuando las mañanas son más bien nubladas y frescas, en mi se genera un mejor «hilo conductor» de ideas, acciones y bienestar general.
Excelente, qué buena forma de iniciar el día :D