Los años sesenta fue una década bastante tremebunda. Entre la construcción del muro de Berlín; los asesinatos de John F. Kennedy, Malcoln X y Martin Luther King Jr; el fallecimiento de Marilyn Monroe y la terrible masacre perpetuada por Charles Manson y su familia, no es difícil ver como The Beatles fueron un rayo de luz. La banda originaria de Liverpool ya tenía al menos un lustro tocando en bares europeos pero apenas había transcurrido un año desde que lanzaron su primer álbum en estudio (Please please me, 1963) que disparó la beatlemania y los llevó a estrenar A Hard Day’s Night (1964, dir. Richard Lester), lo mejor que ocurrió en los años 60 y la que a día de hoy se le considera “la Ciudadano Kane del subgénero musical jukebox”.
A Hard Day’s Night fue concebida para rentabilizar hasta el cansancio el furor que la banda causaba en todas las adolescentes del mundo como todas las películas protagonizadas por estrellas del rock pero fue la primera cuyo equipo creativo se tomó la tarea de hacerla como un producto de calidad y de entretenimiento para todo tipo de público.
Por qué A Hard Day’s Night es una gran película
En su momento The Beatles fueron los Jonas Brothers, Justin Bieber o One Direction, no en cuestión de calidad (no pienso hacer esa comparativa) sino en el revuelo mediático. Todos los artistas mencionados han tenido su propio documental y/o concierto grabado pero ninguno ha sido capaz de rozar la calidad del producto que Lester y la banda consiguió hace 55 años. La primera película de The Beatles es una alegría total verla.
A Hard Day’s Night no tiene mucha historia: la banda viaja a Londres para un concierto de televisión y el abuelo irascible de Paul los mete en problemas menores en el camino. Pero la soltura de la estructura es la clave de la inmensa alegría de la película. Hay una energía constante que evoca la grandilocuencia de los dibujos animados o el aura del cine mudo donde un simple gesto es capaz de resultar hilarante, tomando descansos ocasionales para que The Beatles toquen una canción.
Además es palpable como A Hard Day’s Night conoce a sus protagonistas. Yo no viví la época de The Beatles (lamentablemente) por lo que supe de la banda al menos tres décadas después de su separación pero es fascinante ver como como la historia perfilaba la personalidad de cada Beatle que tomarían como propia al momento de su separación. John Lennon es un surrealista e irónico. La ternura es la principal característica de Paul McCartney. George Harrison es realmente inexpresivo, y su honestidad en la escena en la que termina en una reunión de marketing presagia su interés en el misticismo oriental. Y luego está Ringo Starr, es el payaso innato del grupo, el único Beatle que lloró abiertamente cuando la banda se separó. Cada uno de estos personajes llegaría a definir a los Beatles durante los seis años restantes de su carrera compartida.
Que sea capaz de tratarse de una cinta de ficción pero que a la vez resulte tan fiel a sus protagonistas resulta admirable; además esto influyó en la calidad del resultado final. El guionista Alun Owen salió con la banda, conociendo su estilo de vida pero también sus palabras. El resultado es perfectamente naturalista incluso en los gags más graciosos, que son las escenas más estudiadas; en general hay una alegría inherente que pone a prueba los límites del realismo.
Esa alegría es la clave del espíritu de los primeros años de The Beatles. Al momento en que se rodó A Hard Day’s Night, John, Paul, George y Ringo eran muy jóvenes pero ya eran no niños; habían pasado tiempo en el barrio rojo de Hamburgo, tocando en clubes, durmiendo detrás del escenario, tomando anfetaminas y procesando el luto por Stu Sutcliffe. Sin embargo son capaces de mantener esa sensación de juego juvenil, traducidos en ese encanto y esa energía que irradian en la pantalla blanco y negro.
El guión encontró una mano que dirigiera sabiamente la batuta. Richard Lester usó una cámara de mano para gran parte de la película, dándole a A Hard Day’s Night la estética de un documental, difuminando las líneas entre esos personajes y los verdaderos Beatles aupado por la similitud entre las personalidades de cada uno frente y detrás de las cámaras.
El reflejo de la Beatlemania
Cuando tienes a la mano una banda formada por cuatro jóvenes, atractivos, capaz de componer sus propios temas, tocarlos en vivo y enloquecer a las multitudes, es lógico que se busque sacar todo el beneficio monetario posible. Un par de años antes hacían lo propio con Elvis Presley. Pero a diferencia de las películas protagonizadas por el Rey del Rock donde él era retratado en situaciones para deleitar a las niñas, jóvenes y mujeres, A Hard Day’s Night optó por reflejar la euforia y a partir de allí forjar la historia.
De hecho se dice que el título original de la película sería Beatlemania y es comprensible. The Beatles están constantemente rodeados de multitudes de preadolescentes que gritan y muchas de las situaciones que ocurren en la película suceden por esta misma razón. Son una representación de la naturaleza de la fama desmedida que encontró a estos cuatro músicos, una fama que surgió de la nada.
Irónicamente, cuando Owen convivió lo suficiente con ellos se dio cuenta que ese exceso de atención por los medios y el público los encarceló a vivir en un tren y una habitación constantemente. Pero esa prisión de la fama es lo que permitió a la banda hacer una película como esta. A Hard Day’s Night fue concebida como una excusa para lanzar un álbum de banda sonora que vendería toneladas de copias; incluso la canción que da título a la película fue escrita seis días antes de dar inicio al rodaje.
Pero a su vez fue una película que entendió a sus protagonistas y por lo tanto dio a su ferviente público una dosis de la autenticidad de la banda presentada en formato de comedia. Esa fórmula ganadora fue la que cambió las reglas del género y revolucionó el cine musical para siempre.
La genialidad de la película cambio el género musical para siempre
Andrew Sarris lo bautizó como “la Ciudadano Kane de los musicales jukebox” argumentando que incluso esa descripción no hace justicia a la película; dados sus efectos en la cultura pop, A Hard Day’s Night es probablemente tan influyente como la película de Orson Wells. Ambas cambiaron las practicas cinematográficas de su propio genero.
A Hard Day’s Night no se limitó con una puesta en escena básica copiando el formato concierto; la secuencia de Can’t Buy Me Love presenta toques narrativos en concordancia con la letra. Richard Lester creó el concepto de vídeo musical dentro de la película.
No solo eso, el director no se limitó a rodar los números musicales con una sola cámara. Optó por rodar hasta con seis ángulos en simultaneo. Esto en sí mismo no era necesariamente nuevo pero Lester dio rienda suelta a varios de sus camarógrafos para que capturaran ángulos aleatorios durante las actuaciones. Así nació la conjugación de tomas del público, de los instrumentos, de gestos al cantar, logrando un montaje más desenfrenado. Como resultado, la idea de una actuación musical en pantalla se hizo más cinematográfica. A partir de entonces, se convirtió en la forma establecida de filmar conciertos.
Esto convirtió a A Hard Day’s Night en una gran película. La cinta no solo fue popular; fue aclamada por la crítica. Incluso fue nominada para un Oscar al mejor guión. Antes de eso, las “películas de rock ‘n’ roll” fueron tratadas por vehículos banales de lucimiento y monetización de sus estrellas. Burdas narraciones anodinas protagonizadas por estrellas del rock que por ser famosos creían que se les debía una carrera como intérpretes. Vistas como una vía para generar dinero a costas de la celebridad, no fueron tomados muy en serio.
Por supuesto, A Hard Day’s Night fue una vía para generar millones de dolares. Pero también fue una película ingeniosamente consciente de sí misma, que deconstruía la creación de imágenes detrás del estrellato del rock. Y no solo convirtió a Richard Lester en uno de los cineastas fundamentales de la década de 1960, sino que también hizo que el cine fuera seguro para la música rock presentando a sus estrellas de la forma más genuina posible.