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  • Downton Abbey 6: La familia Crawley se despide con un “hasta luego”

    Downton Abbey 6: La familia Crawley se despide con un “hasta luego”

    Downton Abbey ha sido una ventana a una época pasada, un tiempo plagado de cambios, aunque también está lleno de reliquias y tradiciones obsoletas. A lo largo de sus seis temporadas, la familia Crawley y su casa llena de sirvientes soportaron 14 años turbulentos: la agitación de la Primera Guerra Mundial, el desplome y posterior auge económico que se avecinaba y, sin lugar a dudas, una atmósfera sociopolítica en cambio constante. Sin embargo, los Crawley permanecen consagrados dentro de su gran hogar, de alguna manera logran retener lo mejor de ambos mundos, aunque también tienen una actitud generalmente abierta hacia el cambio.

    En uno de los episodios de esta temporada la serie sorprendentemente se vuelve autoconciente: para recaudar fondos, los Crawley deciden abrir las puertas de su casa y recibir pueblerinos que han pagado para ver como vive la familia más rica de Yorkshire. Ese ha sido el éxito de esta serie.

    A pesar de haber amado las dos primeras temporadas de downton abbey, disgustarme un poco con la tercera temporada y arrastrar cuesta abajo la cuarta temporada y la quinta, debo confesar que me reconcilié con la serie en esta sexta entrega. No porque sea la mejor, aunque superó a sus dos antecesoras, sino porque a sabiendas de que era la última sabía que la iba a extrañar. Y es que Downton Abbey no es perfecta, contando con una producción de primera su guión es, sin embargo, evidente e indulgente, fue una serie entrañable repleta de buenas intenciones, con mucho corazón y ambientada en una Inglaterra de los 1920 que resulta irresistible.

    No es de extrañar que dentro de tres meses aproximadamente estemos viendo su película porque como todo fenómeno televisivo el verdadero “adiós” de la familia Crawley tenía que ser en la pantalla grande; esta temporada fue solo un “hasta luego”.

    Downton Abbey: Sinopsis

    Downton Abbey sigue la historia de la aristocrática familia Crawley en Yorkshire, Inglaterra así como las andanzas de su personal doméstico.

    La última temporada se propone cerrar las historias de todos los personajes a través de ajustarse al futuro y los cambios que están llegando inminentemente con este. Vemos a Cora hacerse un oficio y Robert tratando de aceptar la idea de que su esposa quiera tener un propósito fuera de casa; la viuda Violet se aferra al pasado mientras que su prima Isobel se debate entre la idea de seguir su vida por su cuenta o darle una última oportunidad a Lord Merton; Bates y Anna toman su último ticket a la felicidad mientras que Carson y Hughes aprender a afrontar los golpes de la vida juntos. Otros personajes buscan un futuro profesional algunos abrazando lo único que saben hacer (Barrow), otros abriéndose camino hacia nuevos horizontes (Daisy, Molesley, Andy). Por último las hijas Crawley aprenden a amar nuevamente, Mary prefiriendo los sentimientos sobre el estatus y Edith aprendiendo a que la honestidad es la respuesta a todo. Y Tom, cuestionandose a sí mismo su cariño y su lealtad hacia su familia política.

    Un final digno para todos

    Como comentaba en mi análisis de la quinta temporada, mi mayor problema con las últimas temporadas de Downton Abbey es que la serie ha renunciado a la idea de tener un conflicto mayor que funcione como el epicentro de todo y ha optado por un puñado de problemas que se van solucionando a medida que van naciendo otros pero en esta temporada tiene sentido. Es -o era- la última vez que veremos a los Crawley y sus sirvientes, tiene sentido que los personajes se enfrenten a un último desafío que además marcará su futuro y su personalidad.

    Todos los personajes han tenido un final digno. Y podríamos decir que todos en cuestión han tenido un cierre feliz. Además, da gusto ver como personajes que han sufrido tanto a lo largo de estas seis temporadas finalmente han encontrado plenitud.

    Específicamente, el final de la serie recoge los eventos en los meses posteriores al verdadero final de la temporada 6 (este episodio es en realidad el especial de Navidad) en el que Lady Mary finalmente se rindió a la felicidad y aceptó la propuesta de Henry Talbot, pero también donde desató uno de sus actos más rencorosos y muy digno de ella. Este momento nos llevó al final que Edith merecía (junto al protagonismo que debía tener) y nos lleva de vuelta a esa Mary frívola y aguda de la primera temporada. Un gesto que dice mucho del personaje ya que después de revelarse tal como ella es -y siempre ha sido- demuestra que ahora es capaz de reflexionar y arrepentirse si sus acciones acaban siendo malos gestos. Y hablando de Edith, es conmovedor ver como finalmente encuentra el amor y por primera vez en mucho tiempo puedo ser honesta con ella misma y con quienes la rodean.

    Mary y Edith no son las únicas mujeres de la familia que enfrentan cambios. Sería ilógico no retratar el cambio de reglas que atraviesa la sociedad a mediados de la década de los veinte dentro de la familia Crawley; por ello, Cora, acostumbrado toda a su vida a ejercer el papel de madre, quiere sentirse útil y qué mejor lugar que fuera de su mansión, en el mundo real; idea que descoloca a Violet, probablemente el personaje con mayor dificultad al momento de afrontar el hecho de que finalmente el pasado ha muerto.

    También me parece interesante el camino que ha tomado la vida de los hombres de la casa; Robert, a veces tan retrógrado como su mamá, no tiene otra opción que aceptar que su mujer no le pertenece y que si de verdad la ama debe aceptar que su labor y capacidad está más allá de la condición de esposa o madre.

    Sin embargo considero que quienes han tenido mayor oportunidad de lucimiento han sido los empleados domésticos de la abadía Crawley. Carson representa lo improbable e injusta que puede llegar a ser la vida cuando se le diagnostica «la parálisis» (Parkinson); Barrow finalmente ha enmendado sus errores y ha visto que sus esfuerzos han sido recompensados (ahora como mayordomo de la familia) y Daisy y Molesley (ella estudiando, él impartiendo clases) son la muestra de que nunca es tarde para superarse y que los cambios, siempre y cuando sean para bien, no tienen porque ser inoportunos.

    El éxito del fenómeno

    Una serie ambientada cien años atrás sobre una familia pudiente inglesa y sus sirvientes no parece una fórmula para convertirse en un fenómeno pero lo es. Downton Abbey fue prevista para ser solo una miniserie y acabó teniendo seis temporadas.

    ¿Su secreto? No fue una serie perfecta pero fue una serie que convirtió sus defectos en sus fortalezas. ¿Qué es una serie excesivamente condescendiente? Sí ¿Qué es una serie MUY inglesa? También ¿Qué es romántica hasta rozar lo cursi? También pero ¿tiene que ser esto malo? Absolutamente no. Downton Abbey se estrenó cuando series como Breaking Bad, The Wire, Broadwalk Empire, Mad Men y Game of Thrones reinaban en la televisión; con una programación cargada de ficciones truculentas, historias sórdidas y repletas de traiciones y mamotretos, el público abrazó la idea de una serie que brindaba únicamente entretenimiento y benevolencia. Y lo digo porque si se estrenase este año seguiría siendo única en su estilo. Incluso abrazó el empoderamiento femenino antes del #metoo.

    Que Downton Abbey haya decidido jugar sobre seguro dentro de los límites de su propia historia no significa que haya roto ciertas reglas sobre la cultura televisiva de hoy conocemos. Porque lo hizo.

  • Tercera temporada de Downton Abbey: Sensación agridulce

    Tercera temporada de Downton Abbey: Sensación agridulce

    Es hora de recapitular sobre los sucesos transcurridos en la tercera temporada de Downton Abbey, tras haber hecho lo propio con la primera y la segunda temporada.

    Aunque Downton Abbey constantemente peca de benevolente (con los personajes y el televidente) y a pesar de las situaciones extremas sus personajes siempre salen adelante -eso es lo que hace entrañable a la serie-; en esta temporada por fin han decidido arriesgarse y el resultado ha sido deficiente. Debo decir que es mi temporada menos favorita hasta la fecha.

    En vista de que no se trata de una serie nueva; hablaré sin tapujos en cuestiones de spoilers. Así que aquí vamos.

    ¿De que trata la tercera temporada de Downton Abbey?

    Nunca está de más aclarar que la serie original de ITV, sigue las vicisitudes de una familia aristócrata en York, Inglaterra, a comienzos del siglo XX; así como la de sus empleados. Las dos primeras temporadas coinciden en tomar un suceso real para darle más dramatismo a la ficción. Los hecho de la primera entrega, ambientada entre 1912 y 1914, repercuten en el hundimiento del Titanic; mientras que la segunda temporada, que va desde 1916 hasta 1919, está marcada por la Primera Guerra Mundial.

    La tercera temporada, por supuesto, también apela a un hecho real, en esta ocasión el fallo del Gran Truck Railway de Canadá donde Lord Grantham ha invertido casi toda la fortuna de la familia, la cual ahora ha perdido. El futuro de Downton está colgando en un hilo y gran parte de la temporada gira en torno a las posibilidades que existen para que la familia Crawley pueda permanecer en sus tierras. Sin embargo, otras historias son incrustadas para dar realce a otros personajes.

    Dos grandes sucesos, un desarrollo tosco

    Pero ese es uno de los problemas con la serie. Por momentos es tan benevolente, que da igual lo que pase, sabemos que todo va a ir bien. ¿Los Crawley van a dejar Downton? No. Pero el conflicto está allí y como ese es el estilo de la serie; el deleite está en ver cómo los personajes, a veces con situaciones obvias, acabarán salvando el día. Sin embargo, esta temporada los escritores se han inmerso más en el lodo y se han sacado bajo la manga no una sino dos muertes; el problema está en lo apresuradas y mal ejecutadas, al punto que es imposible sentir pena o dolor por los personajes. Y es lamentable porque estos personajes, primero Sybill y luego Matthew, eran de los más entrañables dentro de la mansión de los Crawley.

    Como suele pasar con muchos momentos dramáticos de la serie; suelen tomarse un episodio para desarrollarlo, peor aun, en cuestión de un par escenas. Y dificulta conectar con la temporada más emotiva hasta la fecha, lo cual es una pena ya que dos recursos tan potentes, como lo son la despedida de estos dos personajes, han sido desperdiciadas.

    La involución de los personajes

    Para mi desdicha, las muertes de Sibyll y Matthew no son los únicos problemas de la temporada. Shirley McClaine ha tenido una aparición estelar como la madre de Cora; y aunque estamos hablando de una leyenda viva, por momentos, no estaba segura del tipo de personaje que estaba viendo, y creo que McClaine tampoco estaba segura de lo que estaba interpretando.

    Supongo que Julian Fellows consideraba oportuno escribir el personaje con un único registro: la americana millonaria y estrambótica que viene a predicar el cambio y la modernización.

    Y hablando de Cora y volviendo al tema de Sybill, me duele ver que ni siquiera su personaje se toma la molestia de sentir pena por la muerte de su hija. Solo Tom (Allen Leech) es realmente el único personaje que parece sentir la pérdida de esta.

    Por otro lado, Hugh Bonneville (quien interpreta a Robert) está, como siempre, maravilloso. Las dos primeras temporadas aportó estabilidad y humanidad a la serie (aunque a finales de la segunda parece tener un ataque de andropausia). En esta temporada, es un hombre de negocios incompetente, hace la llamada equivocada que le cuesta la vida a su hija, siempre dice lo que no es correcto, es intolerante, está fuera de lugar y es un pésimo jugador de cricket. El personaje está en una involución constante. Por favor que me devuelvan al elegante patriarca de la primera temporada.

    Cuando comenzó la serie yo no era fanática de Mary y ahora la amo. Es incisiva, orgullosa y astuta y a pesar de que Matthew ha sacado a relucir ‘una mejor versión de ella’; han respetado la esencia del personaje, a diferencia de lo que han hecho con su padre.

    En cuanto a la pobre Edith; oficialmente se ha ganado el título del personaje más miserable de Downton Abbey. Cada vez que el personaje roza la felicidad, sabes que la desdicha que atravesará después será peor: Es la única de sus hermanas solteras; cuando consigue un pretendiente, es un hombre veinticinco años mayor que ella, discapacitado; tras pelear para que su padre apruebe la relación, ¡este la deja plantada en el altar! Lo bueno es que Edith ha atravesado tantas desgracias que creo que ahora solo le esperará ser feliz de una vez por todas.

    Desde mi punto de vista, las mejores historias para esta temporada, la han reservado para los personajes del servicio doméstico. La malvada Sra. O’Brien y el malintencionado Barrow se enfrentan por última vez; la primera busca librarse de este, mientras que el segundo sigue luchando con su complejo de inferioridad y su homosexualidad.

    La historia de Mr. Bates en la cárcel es otra que se siente impostada. Es uno de mis personajes favoritos (¿cómo no puedes amar a un hombre de honor y dignidad?) y quiero todo lo mejor para él. Parecía un desperdicio tenerlo caminando en círculo en el patio de la prisión cada semana.

    Pero mi personaje favorito sigue siendo la viuda condesa Violet (Maggie Smith). Tiene las mejores líneas y siempre está a dispocisión para insertar una buena dosis de humor cuando se requiere.

    El nivel de la producción se mantiene

    En general, las historias parecían divagar esta temporada. Pensé que era demasiado conveniente que las inversiones de Robert fueran arruinadas y él perdiera la fortuna de la familia, pero de la nada, un conocido que Matthew no sabía que había muerto se entere que le ha dejado toda la fortuna.

    No quiero afincarme solamente en los aspectos negativos que se encuentran todos en el guión. De hecho, todo lo de más, aparte de la historia, muestra una calidad de primera. El vestuario, la ambientación; los escenarios en exteriores, la música y la fotografía, aportan mucha naturalidad y brillo.

    Espero que la tercera temporada haya sido solo un tropiezo y que la cuarta temporada sea superior recupere el ritmo de las dos primeras. Sería bueno ver un poco de felicidad en Downton Abbey.

  • Crítica: 2A temporada Downton Abbey, los estragos en la guerra

    Crítica: 2A temporada Downton Abbey, los estragos en la guerra

    ¿Quién iba a pensar que ver una casa llena de aristócratas magníficamente vestidos y sus sirvientes, conviviendo todos bajo el mismo techo sería tan divertido? Downton Abbey, la serie original de ITV, y disponible actualmente en Amazon Prime, se convirtió en un fenómeno que se ha traducido en un retorno a modo de película que llegará a las salas de cine en el último trimestre del año.

    En mi plan de ponerme al día con la serie antes del estreno del largometraje, he tenido el placer de ver -y escribir- sobre la primera temporada Downton Abbey, ahora es el turno de hacer lo propio con la segunda

    ¿De qué trata Downton Abbey?

    La serie está ambientada a inicios del siglo pasado; se encarga de ser una ventana para testificar cómo era la vida cotidiana de la aristocracia inglesa de la época y sus empleados. Pero parte del atractivo de Downton Abbey,reside en su tono: un híbrido raro pero efectista entre novela de época, drama familiar y comedia romántica.

    Tal como ya recurría en su primera temporada, cuyo argumento central se desprende del hundimiento del Titanic, Downton Abbey aprovecha nuevamente un incidente real para construir una historia completamente ficticia. Esta vez, se vale de la Primera Guerra Mundial y la epidemia de influenza que se esparció posteriormente, para empujar a los personajes al límite e introducir y finiquitar arcos de la temporada pasada.

    El listón se mantiene en alto

    El autor de Downton Abbey es Julian Fellowes, quien ganó un Oscar por su guión para Gosford Park de Robert Altman, sobre una casa llena de aristócratas magníficamente vestidos y sus sirvientes que viven bajo un mismo techo. ¿Suena familiar? Efectivamente, Fellowes se inspiró en el galardonado guión para crear esta serie. Sin embargo, las diferencias son notorias.

    Fellowes despojó a Downton Abbey del misterio y el tono frío y cínico de la cinta; al contrario, la serie es la versión cálida y generosa. Adecuada para el ritmo y el espacio de una serie de televisión en señal abierta. Ese tono rigió la primera entrega y lo vuelve a marcar en la segunda, donde incluso en el campo de batalla se rehúsa a abandonar ese tono naif; sabiamente han sabido mantener el tono y y la consistencia de la historia, justificando la existencia de una tan necesaria segunda temporada. Y gracias al final de esta, una tercera.

    Pero en esta ocasión, los salones y despensas son teatros de guerra, y el espectáculo estimula una especie de guerra de clases en el corazón y en el cerebro del espectador. En las interacciones entre el hombre de la casa (Robert Crawley, interpretado por Hugh Bonneville) y su criado (John Bates, interpretado por Brendan Coyle), descubrimos una rica e íntima fantasía de poder, dependencia y dedicación, un negocio.

    Además, hay mucho más en juego. Después de todo, es 1916 y los lazos de la clase social y la tradición están explotando en las trincheras de la Primera Guerra Mundial; nos arroja abruptamente a un verdadero teatro de guerra, con una imagen de dolor y tristeza que no distingue de estratos sociales, al contrario, reúne a todas las víctimas a través del patriotismo. Así vemos al combatiente, Matthew Crawley, presunto heredero de los Grantham, que se está preparando para un permiso. En casa, las damas que esperan ayudar en el esfuerzo de guerra están aprendiendo a hacer cosas que antes se consideraban poco femeninas, como conducir automóviles, actividades que complican el negocio de la caza del marido. La pregunta central en esta temporada de este drama doméstico es: ¿Qué es correcto?

    El crecimiento de los personajes es el corazón de la temporada

    Al apenas contar con ocho episodio y tomando en cuenta que la Primera Guerra Mundial duró cinco años se siente que, en algunos capítulos, los sucesos pasan exageramente rápidos, especialmente en el que varios personajes caen en cama a causa de la influenza. Además, la serie recurre a muchos tópicos, recursos recurrentes cuando la guerra se convierte en el centro de la historia. Por ejemplo, muere alguien cercano, pero no demasiado cercano, muere (William); hay un romance prohibido (Mary y Matthew); alguien se lastima horriblemente, pero no se lastima demasiado (Matthew); la familia hace un gran sacrificio (Downton se convierte en un hogar de convalecencia); las personas muestran aspectos valientes de sus personajes y se dan cuenta de quiénes son realmente (Sybil y un poco Edith).

    Sin embargo, es precisamente que gracias a estos hechos, los personajes -al menos una parte de ellos- tienen una evolución enorme. Vemos a Sybil pasar de ser una diletante de causas sociales a ser una enfermera trabajadora y hábil. Bates y Anna materializan su idílico amor (aunque más tarde tengan que pagar las consecuencias). Mary, sigue siendo Mary: orgullosa y cortante, pero se muestra más vulnerable en todos los aspectos correctos.

    Lejos, el personaje con el mejor crecimiento tiene que ser Thomas. En lugar de ser únicamente el malvado y mañoso de la primera temporada, su trabajo con los soldados heridos (especialmente uno que finalmente se suicidó) mostró otra faceta de su personalidad. Aquí pudimos ver a un Thomas con compasión, que había experimentado el dolor de ser diferente, que derramó lágrimas de dolor, y que aprendió a tener cierto grado de empatía; igual que O’Brien se muestra vulnerable por los estragos de la guerra y es capaz de demostrar una pizca de compasión cuando otro trabajador de Downton queda notoriamente afectado a nivel psicológico por los empates de la guerra.

    Otros personajes, sin embargo, no tuvieron tanta suerte en sus historias. Edith particularmente tuvo un camino atropellado. Primero, muestra su humanidad desarrollando interés por actividades prohibidas para una mujer como manejar, o se muestra abierta a la idea de colaborar en la guerra pero pronto se ve inmiscuida en un lío de adulterio que solo demuestra lo poco que Fellowes estima al personaje.

    Lord Grantham, la única excepción

    Por supuesto, todo lo que Edith hizo en la segunda temporada palideció en comparación con la terrible situación de Lord Grantham; la única involución de la serie. En la primera temporada, Lord Grantham es el ejemplo de padre y esposo incondicional, amoroso, pero noble de la aristocracia británica; este benevolente señorío de la entrega pasada desaparece por completo en los ocho episodios siguientes; transformándose en un señor andropausico, malcriado, mimado y malhumorado. Lord Grantham deduce ser demasiado viejo para pelear en la guerra, así que en lugar de superarlo y colaborar con otras formas de apoyar a los soldados, reflexiona sobre este insulto a su virilidad durante toda la temporada. Literalmente, TODA la temporada.

    Luego, como si no fuese suficiente, cuando el resto de su familia está demasiado ocupada para él porque están haciendo cosas relevantes como actividades de caridad, de cuidado de enfermería o en la recaudación de fondos para la guerra, él alivia sus sentimientos de desprecio y comienza una aventura con una criada (aunque, solo se besan, pero eso es porque Cora se enferma) ¿Qué te hicieron Lord Grantham?

    Luego, podemos señalar otras historias aleatorias no tan bien utilizadas como Daisy se siente culpable por pretender amar a William durante toda la temporada; todo el asunto del bebé de Ethel; Bates en la cárcel; Lavinia y sus desgracias; la culpa obsesiva e inútil de Matthew sobre Lavinia; Carlisle, Shirley MacClaine, y el escándalo de Pamuk siendo mencionados una y otra vez. Pero estos quedan opacados por el avance inteligente de los personajes principales.

    En conclusión, Downton Abbey mantiene el ritmo y estatus (a nivel de historia y producción) de su temporada precedida pero a la vez permite que los personajes crezcan a la par que van enriqueciendo la historia y asentando las bases para una tercera temporada que estoy deseando iniciar.

  • Crítica: Primera temporada de Downton Abbey – Una introducción a la aristocracia inglesa

    Crítica: Primera temporada de Downton Abbey – Una introducción a la aristocracia inglesa

    Está crítica de la primera temporada de Downton Abbey contiene spoilers.

    Una historia de época, ambientada en Inglaterra en el seno de una familia pudiente. Downton Abbey es todo lo que le puedo pedir a una serie, lamentablemente me di cuenta de ello dos años después de que la ficción llegó a su final. Pero para mi era una deuda moral pendiente. En algún momento tenía que verla. Pero ¿cuándo? Pues como producto del fenómeno en el que se convirtió la historia de Julian Fellowes, sus creadores decidieron lanzar una película tres años después de la emisión del último episodio.

    Tras el lanzamiento del primer tráiler, mi objetivo es ver todas las temporadas antes del estreno de la película. Por ahora he culminado la primera entrega y debo de decir que ¡¿es Downton Abbey una de las mejores seriesEver?!

    ¿De qué trata Downton Abbey?

    Creada y escrita por Julian Fellowes (a partir del guión de la nominada al Oscar Gosford Park, la serie sigue todas las vidas, los amores y los sucesos que se entrelazan entre los aristócratas y los sirvientes en la ficticia región de York, Downton Abbey, en la década de 1910.

    Sí, con sus trajes, acentos, modales y costumbres, recreados meticulosamente, podría esperarse una serie de época más del montón. Pero no es así; su trama tiene vivacidad, conciencia social y de clase flexible y matizada, y, no menos importante, sabe cómo y cuándo recurrir a la comedia.

    Nunca está falta de (buenas) historias

    La familia “de arriba”, los Crawley, junto con el minuciosamente estratificado mundo “de abajo” de los sirvientes forman una docena de personajes cuyas vidas parecen estar en caminos sinuosos, retorcidos y repletos de giros inesperados.

    Lord y Lady Crawley (Hugh Bonneville y Elizabeth McGovern) tienen tres hijas adultas o casi adultas: Mary (Michelle Dockery), Edith (Laura Carmichael); y la más joven, Sybil (Jessica Brown Findlay). Lord Crawley se casó con Lady Crawley, una estadounidense, por su dinero, pero afortunadamente se enamoró de ella poco después de que se casaron, y su calidez y su afecto los llevan a través de sus numerosos desacuerdos hasta ser un matrimonio estable; son Mary y Edith quienes lideran los momentos agridulce de la familia, se quieren, pero tienen una continua rivalidad que solo está destinada a empeorar; mientras que Sybil es una sufragista y feminista en crecimiento quien está enfocada en traer los pensamientos progresistas entre su familia y los empleados. Por último, está la matriarca de la familia, la condesa viuda Violet Crawley (Maggie Smith), de pensamientos retardatarios pero que trae consigo los diálogos más disparados a la vez que ingeniosos y por ende siempre se agradece cuando interviene en la serie.

    Mientras tanto, en la planta baja, llega un nuevo hombre, Bates (Brendan Coyle); él es un ex colega militar de Lord Crawley que ahora tendrá una posición como lacayo, pero su pierna herida de guerra le da una cojera que hace que toda la situación sea incómoda para él y para todos los demás (¿Cómo puede un hombre «lisiado» realizar un trabajo tan exigente físicamente? ¿Quién del personal se atrevería a quejarse abiertamente del trabajo adicional con el que están agobiados?); Carson (Jim Carter) y la cabeza de las criadas, Mrs. Hughes (Phyllis Logan, Secretos y mentiras), tratan de mantener todo funcionando sin problemas, disputando, con diversos grados de éxito, una manada de subordinados: la cocinera agotada Mrs. Patmore (Lesley Nicol), cuya inminente ceguera es un hecho triste pero peligroso que no va a admitir; Daisy (Sophie McShera), una joven tan ingenua como malhumorada; los rencorosos y “malos de la historia” O’Brien (Siobhan Finneran) y el lacayo Thomas (Rob James-Collier), cuya intrincada labor, especialmente contra el destacado Bates, es combustible para gran parte de la trama de la serie; y Anna (Joanne Froggatt), una doncella cuyo amor por Bates le otorgará la misión de creer en él cuando nadie más lo haga y ahondar todo el día en su oscuro pasado, del cual su cojera es solo la punta más pequeña del iceberg.

    En medio de todo esto, una misteriosa «clase media» es traída contra su voluntad en forma de parientes lejanos: un abogado, Matthew Crawley (Dan Stevens), y su madre, Isobel (Penélope Wilton), una ex enfermera cuya bulliciosa rectitud y vigorosa eficiencia la convierten en una formidable archienemiga para la condesa viuda (la rivalidad pasivo-agresiva entre los dos proporciona una reserva de humor casi inagotable y compensa la competitividad mucho más siniestra entre Mary y Edith).

    Estas (relativamente) malas relaciones van y vienen a lo largo de Downton porque Lord Crawley necesita un heredero varón para mantener la herencia en la familia, y luego de Patrick, el heredero y prometido de Mary muere en el Titanic, Matthew, el próximo hombre de Crawley en la fila, es la única opción para ocupar el puesto.

    El retrato exhaustivo de una sociedad

    Aunque Fellowes crea una historia ficticia, se vale de elementos reales para aportar mayor realismo. Por ejemplo, la historia abre con un evento auténtico (el hundimiento del Titanic) y culmina con otro (el anuncio de la primera Guerra Mundial) e incluye sucesos como la invención del teléfono y la electricidad para ubicarnos mejor cronológicamente. Además la historia presenta un manejo del tiempo eufórico, con saltos de hasta un año entre episodio y episodio; ¿es posible aburrirse viendo Downton Abbey? Por supuesto que no.

    Con esto también demuestra que ninguna burbuja o mundo en sí mismo, ni siquiera uno tan privilegiado y remoto como Downton, es inalcanzable o inmune para lo bueno a lo malo que golpea la sociedad. Fellowes, junto con sus diversos colaboradores han creado algo fascinante, con un nivel de ambición novelística.

    Personajes y situaciones ágilmente desarrolladas que nunca son lo que parecen; justo cuando crees que sabes quién es quién, quién es un villano y quién es un santo, un giro inesperada pero perfectamente convincente o un hecho recién revelado cambia las cartas del juego. Esto se combina a menudo con una calidad cinematográfica viva a nivel visual, con composiciones e iluminación a menudo bastante hermosas que hacen su parte para hacer de la serie algo más que una de esas cosas que se apoyan en un bonito diseño de producción.

    También hay una combinación continua y bastante impresionante de estilos de cámara. Movimientos y tonos requeridos por el momento o evento dramático en cuestión que fomentan la sensación más de película que de serie.

    Una temporada que promete

    Entonces, ¿todos esos puntos a su favor hacen de Downton Abbey parte de la gran e innovadora revolución televisiva (que iniciaron otras series como Los Sopranos o Mad Men) de los últimos tiempos? Bueno, sí y no, al menos no todavía.

    Por ahora, en su primera temporada, cumple; sabiendo utilizar a la perfección sus recursos visuales y narrativos para sentar las bases de una historia que da para más.

    Downton Abbey está disponible en Amazon Prime.