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Crítica: Primera temporada de Downton Abbey – Una introducción a la aristocracia inglesa

Está crítica de la primera temporada de Downton Abbey contiene spoilers.

Una historia de época, ambientada en Inglaterra en el seno de una familia pudiente. Downton Abbey es todo lo que le puedo pedir a una serie, lamentablemente me di cuenta de ello dos años después de que la ficción llegó a su final. Pero para mi era una deuda moral pendiente. En algún momento tenía que verla. Pero ¿cuándo? Pues como producto del fenómeno en el que se convirtió la historia de Julian Fellowes, sus creadores decidieron lanzar una película tres años después de la emisión del último episodio.

Tras el lanzamiento del primer tráiler, mi objetivo es ver todas las temporadas antes del estreno de la película. Por ahora he culminado la primera entrega y debo de decir que ¡¿es Downton Abbey una de las mejores seriesEver?!

¿De qué trata Downton Abbey?

Creada y escrita por Julian Fellowes (a partir del guión de la nominada al Oscar Gosford Park, la serie sigue todas las vidas, los amores y los sucesos que se entrelazan entre los aristócratas y los sirvientes en la ficticia región de York, Downton Abbey, en la década de 1910.

Sí, con sus trajes, acentos, modales y costumbres, recreados meticulosamente, podría esperarse una serie de época más del montón. Pero no es así; su trama tiene vivacidad, conciencia social y de clase flexible y matizada, y, no menos importante, sabe cómo y cuándo recurrir a la comedia.

Nunca está falta de (buenas) historias

La familia “de arriba”, los Crawley, junto con el minuciosamente estratificado mundo “de abajo” de los sirvientes forman una docena de personajes cuyas vidas parecen estar en caminos sinuosos, retorcidos y repletos de giros inesperados.

Lord y Lady Crawley (Hugh Bonneville y Elizabeth McGovern) tienen tres hijas adultas o casi adultas: Mary (Michelle Dockery), Edith (Laura Carmichael); y la más joven, Sybil (Jessica Brown Findlay). Lord Crawley se casó con Lady Crawley, una estadounidense, por su dinero, pero afortunadamente se enamoró de ella poco después de que se casaron, y su calidez y su afecto los llevan a través de sus numerosos desacuerdos hasta ser un matrimonio estable; son Mary y Edith quienes lideran los momentos agridulce de la familia, se quieren, pero tienen una continua rivalidad que solo está destinada a empeorar; mientras que Sybil es una sufragista y feminista en crecimiento quien está enfocada en traer los pensamientos progresistas entre su familia y los empleados. Por último, está la matriarca de la familia, la condesa viuda Violet Crawley (Maggie Smith), de pensamientos retardatarios pero que trae consigo los diálogos más disparados a la vez que ingeniosos y por ende siempre se agradece cuando interviene en la serie.

Mientras tanto, en la planta baja, llega un nuevo hombre, Bates (Brendan Coyle); él es un ex colega militar de Lord Crawley que ahora tendrá una posición como lacayo, pero su pierna herida de guerra le da una cojera que hace que toda la situación sea incómoda para él y para todos los demás (¿Cómo puede un hombre «lisiado» realizar un trabajo tan exigente físicamente? ¿Quién del personal se atrevería a quejarse abiertamente del trabajo adicional con el que están agobiados?); Carson (Jim Carter) y la cabeza de las criadas, Mrs. Hughes (Phyllis Logan, Secretos y mentiras), tratan de mantener todo funcionando sin problemas, disputando, con diversos grados de éxito, una manada de subordinados: la cocinera agotada Mrs. Patmore (Lesley Nicol), cuya inminente ceguera es un hecho triste pero peligroso que no va a admitir; Daisy (Sophie McShera), una joven tan ingenua como malhumorada; los rencorosos y “malos de la historia” O’Brien (Siobhan Finneran) y el lacayo Thomas (Rob James-Collier), cuya intrincada labor, especialmente contra el destacado Bates, es combustible para gran parte de la trama de la serie; y Anna (Joanne Froggatt), una doncella cuyo amor por Bates le otorgará la misión de creer en él cuando nadie más lo haga y ahondar todo el día en su oscuro pasado, del cual su cojera es solo la punta más pequeña del iceberg.

En medio de todo esto, una misteriosa «clase media» es traída contra su voluntad en forma de parientes lejanos: un abogado, Matthew Crawley (Dan Stevens), y su madre, Isobel (Penélope Wilton), una ex enfermera cuya bulliciosa rectitud y vigorosa eficiencia la convierten en una formidable archienemiga para la condesa viuda (la rivalidad pasivo-agresiva entre los dos proporciona una reserva de humor casi inagotable y compensa la competitividad mucho más siniestra entre Mary y Edith).

Estas (relativamente) malas relaciones van y vienen a lo largo de Downton porque Lord Crawley necesita un heredero varón para mantener la herencia en la familia, y luego de Patrick, el heredero y prometido de Mary muere en el Titanic, Matthew, el próximo hombre de Crawley en la fila, es la única opción para ocupar el puesto.

El retrato exhaustivo de una sociedad

Aunque Fellowes crea una historia ficticia, se vale de elementos reales para aportar mayor realismo. Por ejemplo, la historia abre con un evento auténtico (el hundimiento del Titanic) y culmina con otro (el anuncio de la primera Guerra Mundial) e incluye sucesos como la invención del teléfono y la electricidad para ubicarnos mejor cronológicamente. Además la historia presenta un manejo del tiempo eufórico, con saltos de hasta un año entre episodio y episodio; ¿es posible aburrirse viendo Downton Abbey? Por supuesto que no.

Con esto también demuestra que ninguna burbuja o mundo en sí mismo, ni siquiera uno tan privilegiado y remoto como Downton, es inalcanzable o inmune para lo bueno a lo malo que golpea la sociedad. Fellowes, junto con sus diversos colaboradores han creado algo fascinante, con un nivel de ambición novelística.

Personajes y situaciones ágilmente desarrolladas que nunca son lo que parecen; justo cuando crees que sabes quién es quién, quién es un villano y quién es un santo, un giro inesperada pero perfectamente convincente o un hecho recién revelado cambia las cartas del juego. Esto se combina a menudo con una calidad cinematográfica viva a nivel visual, con composiciones e iluminación a menudo bastante hermosas que hacen su parte para hacer de la serie algo más que una de esas cosas que se apoyan en un bonito diseño de producción.

También hay una combinación continua y bastante impresionante de estilos de cámara. Movimientos y tonos requeridos por el momento o evento dramático en cuestión que fomentan la sensación más de película que de serie.

Una temporada que promete

Entonces, ¿todos esos puntos a su favor hacen de Downton Abbey parte de la gran e innovadora revolución televisiva (que iniciaron otras series como Los Sopranos o Mad Men) de los últimos tiempos? Bueno, sí y no, al menos no todavía.

Por ahora, en su primera temporada, cumple; sabiendo utilizar a la perfección sus recursos visuales y narrativos para sentar las bases de una historia que da para más.

Downton Abbey está disponible en Amazon Prime.