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  • Reseña Game of Thrones 6: Epítome del bien contra el mal

    Reseña Game of Thrones 6: Epítome del bien contra el mal

    Game of Thrones se caracterizó por asesinar a sus personajes a diestra y siniestra. Pero siendo honestos desde la tercera temporada no teníamos una matanza memorable. Los dos últimos episodios de la sexta temporada probablemente han dejado más muertes que las cinco primeras.

    Irónicamente, cuando me embarqué a escribir sobre la quinta temporada me quejé por apenas tener dos muertes significativas  (Stannis Baratheon y la Princesa Sheerin). Sin embargo, ahora que medio cast se ha esfumado he preferido centrarme en los pilares que sostienen este Juego de Tronos: el bien y el mal. ¿Por qué? Porque muchos de estos personajes que se han despedido -no literalmente- representan lo que realmente significa ser bueno o malo en el mundo creado por George R.R. Martin.

    El bien y el mal danzan tomados de la mano

    Uno de los factores más ricos en la composición de Juegos de Tronos son sus personajes. Martin no polariza a ningún personaje por lo que consigue que todos sean tridimensionales. En Westeros las personas no son buenas o malas porque sí, todos tienen un por qué (incluso Hodor, el personaje más puro; o El Rey de la Noche, la criatura más temida). Y sobre todo, en más de una ocasión veremos a alguien bueno hacer cosas malas o a alguien malo hacer cosas buenas. Todo depende de la perspectiva.

    Por ejemplo, en muchas ocasiones podemos juzgar las acciones de Jaime Lannister: mató al Rey Loco para evitar que este quemara King’s Landing, mató a su primo para regresar al lado de Cersei pero también dejó escapar a su hermano sabiendo que era inocente, entonces ¿es bueno o malo?; y hablando de Tyrion, un personaje racional que se ha abocado al bienestar de los Siete Reinos es el mismo que mató a su papá y amante, entonces ¿es malo o bueno?

    La Batalla de los Bastardos

    Sin embargo hay momentos en que esa línea del bien y el mal se vuelve tan difusa que incluso en su mejor momento, los personajes de Martin parecen carecer de mucho sentido del bien innato. Incluso uno de los héroes de la historia, Jon Snow, ha tenido que ensuciar sus manos de sangre, no por querer hacerlo sino por cumplir con su deber. A veces la bondad parece estar suplantada por el honor, y los personajes que creemos más buenos son en realidad personajes que se mueven por la moral. Por hacer lo correcto y no lo que está bien. Un claro ejemplo es, nuevamente, Jon Snow en La Batalla de los Bastardos.

    Jon está luchando por su hogar y por su familia. Y él está pensando en todo momento como un hombre de honor y nada más. Una vez que es derribado de su caballo, Jon desenvaina su espada eligiendo pelear contra un ejército de miles de hombres que vienen a por él, del mismo modo que eligió ir a una batalla aun no teniendo las herramientas necesarias para ganar. Le vemos salvarse de ser apuñaleado, de morir bajo una lluvia de flechas, de ser derrumbado por un corcel; él quiere recuperar Winterfell y Rickon así sea lo último que haga. Y vitoreamos, vaya héroe. Pero todo lo que hace Jon, está mal. Sansa le dijo que Rickon ya estaba muerto, que lo más prudente era dejar ir a su hermano, mantener la cabeza fría, no caer en las trampas de Ramsay. Y Jon, honorable, perdió la cabeza e ignoró todos los consejos de Sansa.

    Martin crea personajes buenos y malos, sí, pero los delinea a través de su audacia y honorabilidad. Allí reside los extremos de su espectro. Tanto Jon como Sansa son personajes buenos pero uno pensó con la rectitud por la que fue criado y Sansa prefirió calcular el poder de sus acciones como lo hacen todos sus enemigos de los que se ha visto rodeada por años (Cersei, Petyr y Ramsay). Ella conoce al heredero de los Bolton, y se lo advierte a Jon. Ramsay es un hombre que siempre ha hecho su propia suerte. Sus juegos mentales son cómo obliga a sus enemigos a cometer errores. Y casi funciona con Jon.

    Gobierna por la bondad, gobierna por el miedo

    Finalmente, no puedo desaprovechar las muertes de esta temporada -que como he dicho, han sido muchas- para hablar del bien y el mal a través de estas.

    En Game of Thrones han surgido gobernantes a lo largo de todas las temporadas: Robb, Daenerys, Joffrey, Stannis y así continúa la lista. Cada uno con motivaciones y estrategias diferentes. Pero ninguno tan perverso como Ramsay Bolton quien erigió sobre el miedo sus días al mando de Winterfell. Ramsay no fue un buen tipo, fue el más vil y más despiadado de probablemente todo Westeros. Desde su primera aparición en pantalla, nos hemos preparado para comprender que su depravación no tiene límites.

    Ramsay (interpretado magníficamente por Iwan Rheon) y su amante, la hija del maestro de la perrera, Myranda, cazaron a Tansy, porque Myranda estaba celosa. Después de que Myranda disparó a Tansy con una flecha, Ramsay desató sus perros sedientos de sangre sobre la pobre mujer. Cuando su padre, Roose Bolton, lo envió a Invernalia para recuperar el castillo de Theon Greyjoy, Ramsay lo hizo, pero también torturó, mutiló y destruyó por completo al pupilo de los Starks. Cuando se casó con Sansa Stark para fortalecer el control de su padre sobre el Norte, Ramsay la violó y abusó de ella. Por último, Ramsay mató a su padre cuando se enteró del nacimiento de su nuevo medio hermano a quien dejó que sus perros se comieran junto a su madrastra. Ramsay no tiene calidad redentora, como es obvio. En un universo lleno de asesinos despreciables y viciosos, violadores y monstruos, Ramsay es la creación más malvada de George RR Martin.

    Hasta el episodio de la Boda Púrpura en la cuarta temporada GOT, se reconoció colectivamente que Joffrey era el mocoso más miserable y repugnante en todos los Siete Reinos. Estaba loco, fuera de control y le encantaba torturar física y psicológicamente. Pero claramente, el hijo mayor de los hermanos Lannister no era más que un adolescente antisocial en comparación a Ramsay.

    A diferencia de Joffrey, Ramsay no fue un mocoso mimado. Fue un psicópata descarado. Ramsay fue una criatura de puro odio, ira y brutalidad. Y gobernó a través del miedo. En un episodio de la quinta temporada, Roose le advierte que deje de despellejar a los jefes de las casas o perderá el apoyo de las otras. Pero él sabe que las cosas no serán así, él sabe que solo implantando el miedo a través de sus depravadas acciones seguirá teniendo apoyo.

    Ramsay fue el peor de los gobernantes porque nunca le importó el pueblo, él solo quería poder y sabía que la única forma de conseguirlo era a través de lo que se le daba mejor: manipulación y tortura. Ramsay Bolton fue una mala persona y un mal gobernante.

    En el otro extremo tenemos a quien fue la mejor gobernante de los Siete Reinos: Margaery Tyrell. Margaery no fue sádica como Joffery ni mansa como Tommen. Ella no es temperamental o cruel como Cersei o Dany. Y se ganó el respeto y el cariño del pueblo.

    Margaery le confesó al Gorrión Supremo que nunca le importaron los pobres, pretendía hacerlo para ganarse su respeto. Pero así fue como llegó a merecer verdaderamente el puesto de Reina: haciendo lo que una Reina debe hacer. Por motivos honestos o no, Margaery veló por el bienestar de los pobres, de los niños y consiguió que su pueblo la aclamara. Entendió las pérdidas de la guerra y fue amable con las personas que sufrieron esas pérdidas. Como la escena en la que visitó los orfanatos o cuando ella ofreció su banquete de bodas a los pobres. Consiguió lo mismo que consiguió Daenerys pero sin fuego y sin dragones. Margaery fue una buena persona (calculadora y ambiciosa, sí, pero buena) y la mejor gobernadora que Westeros llegó a conocer

  • Downton Abbey 6: La familia Crawley se despide con un “hasta luego”

    Downton Abbey 6: La familia Crawley se despide con un “hasta luego”

    Downton Abbey ha sido una ventana a una época pasada, un tiempo plagado de cambios, aunque también está lleno de reliquias y tradiciones obsoletas. A lo largo de sus seis temporadas, la familia Crawley y su casa llena de sirvientes soportaron 14 años turbulentos: la agitación de la Primera Guerra Mundial, el desplome y posterior auge económico que se avecinaba y, sin lugar a dudas, una atmósfera sociopolítica en cambio constante. Sin embargo, los Crawley permanecen consagrados dentro de su gran hogar, de alguna manera logran retener lo mejor de ambos mundos, aunque también tienen una actitud generalmente abierta hacia el cambio.

    En uno de los episodios de esta temporada la serie sorprendentemente se vuelve autoconciente: para recaudar fondos, los Crawley deciden abrir las puertas de su casa y recibir pueblerinos que han pagado para ver como vive la familia más rica de Yorkshire. Ese ha sido el éxito de esta serie.

    A pesar de haber amado las dos primeras temporadas de downton abbey, disgustarme un poco con la tercera temporada y arrastrar cuesta abajo la cuarta temporada y la quinta, debo confesar que me reconcilié con la serie en esta sexta entrega. No porque sea la mejor, aunque superó a sus dos antecesoras, sino porque a sabiendas de que era la última sabía que la iba a extrañar. Y es que Downton Abbey no es perfecta, contando con una producción de primera su guión es, sin embargo, evidente e indulgente, fue una serie entrañable repleta de buenas intenciones, con mucho corazón y ambientada en una Inglaterra de los 1920 que resulta irresistible.

    No es de extrañar que dentro de tres meses aproximadamente estemos viendo su película porque como todo fenómeno televisivo el verdadero “adiós” de la familia Crawley tenía que ser en la pantalla grande; esta temporada fue solo un “hasta luego”.

    Downton Abbey: Sinopsis

    Downton Abbey sigue la historia de la aristocrática familia Crawley en Yorkshire, Inglaterra así como las andanzas de su personal doméstico.

    La última temporada se propone cerrar las historias de todos los personajes a través de ajustarse al futuro y los cambios que están llegando inminentemente con este. Vemos a Cora hacerse un oficio y Robert tratando de aceptar la idea de que su esposa quiera tener un propósito fuera de casa; la viuda Violet se aferra al pasado mientras que su prima Isobel se debate entre la idea de seguir su vida por su cuenta o darle una última oportunidad a Lord Merton; Bates y Anna toman su último ticket a la felicidad mientras que Carson y Hughes aprender a afrontar los golpes de la vida juntos. Otros personajes buscan un futuro profesional algunos abrazando lo único que saben hacer (Barrow), otros abriéndose camino hacia nuevos horizontes (Daisy, Molesley, Andy). Por último las hijas Crawley aprenden a amar nuevamente, Mary prefiriendo los sentimientos sobre el estatus y Edith aprendiendo a que la honestidad es la respuesta a todo. Y Tom, cuestionandose a sí mismo su cariño y su lealtad hacia su familia política.

    Un final digno para todos

    Como comentaba en mi análisis de la quinta temporada, mi mayor problema con las últimas temporadas de Downton Abbey es que la serie ha renunciado a la idea de tener un conflicto mayor que funcione como el epicentro de todo y ha optado por un puñado de problemas que se van solucionando a medida que van naciendo otros pero en esta temporada tiene sentido. Es -o era- la última vez que veremos a los Crawley y sus sirvientes, tiene sentido que los personajes se enfrenten a un último desafío que además marcará su futuro y su personalidad.

    Todos los personajes han tenido un final digno. Y podríamos decir que todos en cuestión han tenido un cierre feliz. Además, da gusto ver como personajes que han sufrido tanto a lo largo de estas seis temporadas finalmente han encontrado plenitud.

    Específicamente, el final de la serie recoge los eventos en los meses posteriores al verdadero final de la temporada 6 (este episodio es en realidad el especial de Navidad) en el que Lady Mary finalmente se rindió a la felicidad y aceptó la propuesta de Henry Talbot, pero también donde desató uno de sus actos más rencorosos y muy digno de ella. Este momento nos llevó al final que Edith merecía (junto al protagonismo que debía tener) y nos lleva de vuelta a esa Mary frívola y aguda de la primera temporada. Un gesto que dice mucho del personaje ya que después de revelarse tal como ella es -y siempre ha sido- demuestra que ahora es capaz de reflexionar y arrepentirse si sus acciones acaban siendo malos gestos. Y hablando de Edith, es conmovedor ver como finalmente encuentra el amor y por primera vez en mucho tiempo puedo ser honesta con ella misma y con quienes la rodean.

    Mary y Edith no son las únicas mujeres de la familia que enfrentan cambios. Sería ilógico no retratar el cambio de reglas que atraviesa la sociedad a mediados de la década de los veinte dentro de la familia Crawley; por ello, Cora, acostumbrado toda a su vida a ejercer el papel de madre, quiere sentirse útil y qué mejor lugar que fuera de su mansión, en el mundo real; idea que descoloca a Violet, probablemente el personaje con mayor dificultad al momento de afrontar el hecho de que finalmente el pasado ha muerto.

    También me parece interesante el camino que ha tomado la vida de los hombres de la casa; Robert, a veces tan retrógrado como su mamá, no tiene otra opción que aceptar que su mujer no le pertenece y que si de verdad la ama debe aceptar que su labor y capacidad está más allá de la condición de esposa o madre.

    Sin embargo considero que quienes han tenido mayor oportunidad de lucimiento han sido los empleados domésticos de la abadía Crawley. Carson representa lo improbable e injusta que puede llegar a ser la vida cuando se le diagnostica «la parálisis» (Parkinson); Barrow finalmente ha enmendado sus errores y ha visto que sus esfuerzos han sido recompensados (ahora como mayordomo de la familia) y Daisy y Molesley (ella estudiando, él impartiendo clases) son la muestra de que nunca es tarde para superarse y que los cambios, siempre y cuando sean para bien, no tienen porque ser inoportunos.

    El éxito del fenómeno

    Una serie ambientada cien años atrás sobre una familia pudiente inglesa y sus sirvientes no parece una fórmula para convertirse en un fenómeno pero lo es. Downton Abbey fue prevista para ser solo una miniserie y acabó teniendo seis temporadas.

    ¿Su secreto? No fue una serie perfecta pero fue una serie que convirtió sus defectos en sus fortalezas. ¿Qué es una serie excesivamente condescendiente? Sí ¿Qué es una serie MUY inglesa? También ¿Qué es romántica hasta rozar lo cursi? También pero ¿tiene que ser esto malo? Absolutamente no. Downton Abbey se estrenó cuando series como Breaking Bad, The Wire, Broadwalk Empire, Mad Men y Game of Thrones reinaban en la televisión; con una programación cargada de ficciones truculentas, historias sórdidas y repletas de traiciones y mamotretos, el público abrazó la idea de una serie que brindaba únicamente entretenimiento y benevolencia. Y lo digo porque si se estrenase este año seguiría siendo única en su estilo. Incluso abrazó el empoderamiento femenino antes del #metoo.

    Que Downton Abbey haya decidido jugar sobre seguro dentro de los límites de su propia historia no significa que haya roto ciertas reglas sobre la cultura televisiva de hoy conocemos. Porque lo hizo.