Cuando se habla de maternidad, hay cierta tendencia a enaltecer esto como “un regalo para las mujeres”; provisto por la naturaleza o por Dios, se habla de ser mamá como algo mágico, algo encantador; una experiencia inigualable. Eso, no lo vamos a discutir, tal vez sea así (o tal vez no) pero el hecho de que la maternidad sea “lo mejor que le puede suceder a una mujer” no lo hace perfecto. Basta de retratar la maternidad como una experiencia inmaculada y basta de reflejar a las malas madres en el cine solo para reírnos de sus desgracias (hola, Bad Moms). Por suerte este año ha llegado Tully (2018, dir. Jason Reitman), una película sobre el lado feo, exhaustivo, y complicado de ser madre. Es decir, el lado real.
¿De qué trata “Tully”?
Tully gira alrededor de Marlo (Charlize Theron), una mujer entrada en los cuarenta, que mientras lidia con sus dos hijos mayores -uno de ellos de comportamiento “peculiar”- y ve como su esposo no se inmuta a ayudarle en el hogar, está a la espera de su tercer retoño. Cansada, agobiada y con limitaciones financieras; Marlo recibe un singular regalo de su hermano: una niñera nocturna, Tully (Mackenzie Davis), con el objetivo de aligerar la cara del hogar; y con quien Marlo desarrollará un vínculo especial.
Una mamá agotada no es una mala madre
Tully se desmarca de la glorificación de la maternidad, pero lo hace sin convertirla en un demonio; al contrario la humaniza. El guión, firmado por Diablo Cody (Juno), propone retratar el lado más real de lo que realmente significa ser mamá; lo que muchas mujeres se niegan a hablar por miedo a ser juzgadas por una sociedad intransigente pero que es una realidad. Por eso cuando vemos a Marlo en casa, lidiando con sus hijos, haciendo todos los quehaceres a la vez e intentando mantener la cordura; da la sensación de que estamos fisgoneando a través del cerrojo de la puerta de un hogar. Tully es el lado feo de lo bonito.
Hay un puñado de planos que funcionan como metáforas sobre esa dualidad entorno a la maternidad: lo bonito, lo que se ve y de lo que las mujeres hacen alarde; lo feo, lo que todo el mundo calla. Una escena en particular, donde vemos a Marlo en el interior del auto gritando y batallando con sus dos hijos, y luego tenemos un plano del auto en el aparcamiento donde no se escucha nada, es el claro ejemplo del significado con que Cody dota a la maternidad en Tully. Nadie sabe lo que ocurre dentro de cada hogar, ni mucho menos el trabajo que tienen las madre; excepto ellas.
Y así mismo Tully abre un debate sobre lo que realmente significa ser buena y mala madre. ¿En qué bando está Marlo? Es una mujer que se preocupa por sus hijos, los atiende y, literalmente, se desvela por cuidarlos; pero también se queja de hacerlo y no le tiembla el pulso para quejarse de su cansancio ¿Eso la convierte en una mala madre? ¿O al contrario, el hecho de que a pesar de su fatiga siga pendiente de su familia la convierte en una buena? Tal vez el espectador tenga tiempo para sacar sus propias conclusiones pero Marlo no. Ella está tan cansada del bucle en que se ha convertido su vida que no tiene ni ánimos ni tiempo para otra cosa que no sea, en efecto, seguir haciéndose cargo de su familia.
Reír para no llorar
Tully es una película peculiar. Con semejante premisa cabe esperar que se trate de un drama; uno de esos secos sobre las miserias humanas y, digamos que, en cierta parte lo es porque no recuerdo ahora mismo otra película que haya mostrado pezones agrietados o que haya reflejado el dolor de las mamas en pleno periodo de lactancia; sin embargo, se trata también de una comedia bastante malintencionada. De esas donde no nos reímos con los personajes, nos reímos directamente de ellos. Ciertas escenas dan paso a momentos hilarantes que además están tratados con tanta naturalidad que encajan muy bien dentro de la trama. Se sienten auténticos y le dan un respiro a la historia.
Además, la película cuenta con varias escenas entre Marlo y Tully, que contribuyen a relajar también la carga dramática. El guión también es solidario con los personajes secundarios, que son básicamente Drew (Ron Livingston), el esposo de Marlo; Craig (Mark Duplass), su hermano; y Elyse (Elaine Tan) su cuñada.
Jason Reitman, Diablo Cody y Charlize: el trío de oro.
Actualmente Jason Reitman, con apenas ocho películas, se perfila como uno de los autores independientes más interesantes dentro de la industria cinematográfica; sus trabajos que se balancean entre el drama y la comedia, suelen retratar problemas que aquejan a la sociedad (embarazo adolescente, Juno; desempleo, Up in the air; los riesgos de las redes sociales; Men, Women & Children). Diablo Cody es una guionista que a pesar de la irregularidad de sus trabajos, ha escrito maravillas como Juno por la que consiguió un Oscar como Mejor guión adaptado. Reitman y Cody conforman uno de los dúos más llamativos en el Hollywood actual. Sus dos mejores trabajos antes de Tully, Juno y Young Adoult, se tratan de sus dos colaboraciones.
Ya en Young Adoult habían trabajado con Charlize demostrando que conforman un equipo brillante. Y es que la actriz sudafricana se convierte en un lienzo en blanco frente a las ordenes de Reitman. Charlize una vez más demuestra que no tiene miedo a ‘afearse’ como ya lo hizo en Monster y en la mencionada Young Adoult; y que además es una actriz versátil, capaz de sacar adelante dramas como este o convertirse en una heroína de acción (como en Mad Max: Fury Road); Charlize se mete en la piel de Marlo y concede una interpretación digna de Oscar. Junto a ella una magnética Mackenzie Davis aprovecha cada minuto en pantalla para derrochar todo su carisma.
La película también acierta en un montaje enérgico, cargado de imágenes que aportan mucho significado a la historia y transmite el mensaje donde los diálogos no bastan; estos planos están acompañados de una banda sonora bastante variada que va desde The Velvet Underground hasta Cindy Louper pero que funciona de manera acertada.
Tully es una película honesta, que no busca incomodar, simplemente se propone a contar la realidad de la maternidad a través de un filtro que la impregna de un humor negro que funciona muy bien. La película de Jason Reitman es la mejor respuesta posible para aquellas personas que cuestionan a una mujer que no desea tener hijos. Porque la maternidad puede ser un regalo pero no es perfecto. Hay sangre, sudor y lágrimas y gritos y exasperación. Qué también es algo maravilloso. Puede ser. Pero vamos, la historia bonita ya nos la han contado millones de veces. Tully es la versión más auténtica y por ende la mejor.
«Tully es la versión más auténtica y por ende la mejor»
Hmmm… no estoy de acuerdo aqui, yo no soy Padre pero he vivido muchos buenos momentos con ellos, cada familia es distinta, lo se, todos tenemos momentos buenos y no tan buenos, es cierto que puede haber desacuerdos y discusiones pero siempre se les busca la mejor solución.
«y ve como su esposo no se inmuta a ayudarle en el hogar»
Es una de las grandes injusticias que se cometen desde siempre, dejarle las tareas del hogar a una sola persona cuando es responsabilidad de todos y cada uno de las personas que la componen, todos deberiamos ayudar a limpiar, cocinar, lavar la ropa, etc. Asi nuestras madres no se van a la cama sintiendose cada vez mas agotadas y con menos fuerzas.
Por lo que puedo leer de tu reseña pienso que la pelicula tambien manda ese mensaje entre lineas, que no se debe sobrecargar a la madre de responsabilidades, tambien el padre debe tomar las suyas para que entre ambos la carga sea lo más llevadera posible, es mi humilde opinión claro. :)
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