No vas a llorar…

No vas a llorar, no vas a llorar.

Son las palabras que pasaban por su mente cuando ella le dijo que se iba, que no la vería más. Horas antes, él se había despedido de ella, diciendo que ya solo era una persona más en ese lugar, que debido a su distancia, le había restado importancia. Un día antes, la persona que ella creía amar le dijo que se encontraba mejor sin ella, que lejos estaban mejor. Una semana atrás había estado dispuesta a abandonarlo todo y a todos por ellos. Los planes estaban ya hechos, y estrategias no le faltaban.

Entonces se dio cuenta que enfrentarse al mundo por ellos, fue un error. Que de un momento a otro su futuro lo vio caerse, todos esos sueños e ilusiones se consumaron poco a poco al calor de la fogata.

Pude ver como sus enormes ojos negros se perdían en el resplandor del fuego, las lágrimas al fin brotaron. Miraba al cielo, como esperando ver una respuesta, una solución, una luz que le indicara cuál era su camino. Abrumada por sus pensamientos abandonó el círculo y se dirigió apresurada a su tienda de acampar, la seguí, pero comprendí que en estos momentos era mejor dejarla sola.

Se tumbó en su cama, se colocó sus audífonos y las lágrimas brotaban cual río en plena primavera. Era como estar y no estar, no sabía qué hacer, se secó las lágrimas, seguidas de un episodio de rabia y cólera, enfurecida apretó entre sus puños la almohada, como si esa almohada fuese alguien que quisiera matar en ese preciso instante.

Ella quería entender el porqué de todo, el porqué del abandono tan repentino de todos, se sentía sola.