Muertos olvidados.

Este fin de semana en México celebramos el día de muertos. Una tradición que nos permite recordar a aquellos afectos que “se nos han adelantado”.

Particularmente es mi celebración favorita, me gusta poner el altar, recordar a mis abuelos, los olores de las flores, la cera de las velas, el copal, de la fruta de temporada. Los colores, las catrinas, las calaveritas. El misticismo que envuelve la antigua tradición mesoamericana mezclada con la religión católica.

Este año mis abuelos me acompañaron al altar de muertos colectivo que montamos en el centro cultural independiente con el que colaboro.

Decidimos dedicar nuestro altar a los seres queridos de los voluntarios, a los artistas que nos han inspirados, y por unanimidad recordar también a los más de 60000 muertos (oficiales) que dejó la malograda “guerra contra el narco” de gobierno calderonista, y a los 10000 desaparecidos que muy probablemente hayan perdido la vida durante el periodo 2006-2012.

Dedicamos este altar a los más de 6000 civiles muertos oficialmente en medio del fuego cruzado, personas que no estaban vinculados con el crimen organizado y que sin embargo, el estado criminalizó antes de investigar. Personas que ante los ojos del estado sólo son daños colaterales.

Dedicamos este altar a las 10000 familias que perdieron a uno o más integrantes en manos del crimen organizado, del ejército o de la policía federal. Se lo dedicamos a los desaparecidos, a los que a la fuerza fueron arrancados de su hogar.

Se lo dedicamos a cada uno de los mexicanos que, sin importar su condición, murió por una decisión estúpida del gobierno. Porque cada civil, cada soldado, cada policía e incluso cada narco era un hijo o hija, un hermano o hermana, un padre o una madre, amante, amigo, vecino. Porque cada mexicano muerto por la violencia en el periodo calderonista está más cerca de ti y de mi de lo que te imaginas.

No podemos por ningún motivo olvidar la herida aún abierta en este país tiene un responsable, se llama Felipe Calderón, su soberbia y su desesperación por legitimarse sumieron al país en el peor baño de sangre que hemos vivido.

Este gris personaje vive de la pensión que el estado mexicano le paga por haber “gobernado” este país, pensión que todos pagamos a través de nuestros impuestos. Está libre y no hay una sola causa penal en su contra.

Esta “estrategia contra la delincuencia” fracasó, nos lastimó, llenó al país de sangre y de luto y pareciera que no hay intención del gobierno actual por modificarla. ¿Qué más tenemos que pasar para frenar los atropellos del narco y del gobierno?

Por lo menos este año, esos muertos no estuvieron olvidados.

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