El final de The Deuce llegó con su tercera temporada, emitida por HBO, brindando uno de los mejores cierres televisivos en los años recientes.
En lo que va de siglo ha habido mucho debate sobre el abuso del ‘elemento humanizador’ en las series de televisión. Este término se refiere a cuando la historia consigue que el espectador empatice con personajes moralmente cuestionables. La televisión nos ha hecho relacionarnos con mafiosos (Los Sopranos), capos de la droga (Narcos, Breaking Bad), asesinos en serie (The Fall) y todo tipo de tipos malos y antihéroes.
Sin embargo, cuando el creador de The Wire, David Simon, comenzó a desarrollar The Deuce era importante que no se propusiera hacer un programa que “humanizara” la industria del porno. En cambio, Simon entró en el proyecto con la suposición de que sus personajes ya eran humanos, y que nuestra capacidad de empatizar con ellos debería tener menos que ver con romper estereotipos y más con explorar las suposiciones que podríamos tener sobre el trabajo sexual en primera lugar.
¿De qué trata The Deuce?
La serie de HBO recrea los acontecimientos que tuvieron vida en The Deuce, la zona “contamida” del Times Square de Nueva York a lo largo de tres décadas.
La primera temporada, ambientada en los sesenta, se adentra al mundo de la prostitución y presenta una serie de personajes: prostitutas, proxenetas, dueños de bares y centros nocturnos, capos de la mafia italiana; poco a poco se van entrelazando para crear una historia que conduce a los oscuros inicios del cine porno. La segunda temporada tomó lugar en los setenta y retrató el auge y fenómeno del porno; a la par introdujo el feminismo como movimiento social.
La tercera temporada, es decir, el final de The Deuce, está ambientada en los ochenta y expone el posible declive de una era dorada, que se ve empañada entre otras cosas por la aparición del sida.
The Deuce es un programa complicado lleno de narraciones audaces. Desde el principio, los protagonistas se vinculan con personajes secundarios, y como resultado los eleva a todos a seres humanos tridimensionales. Ningún personaje carece de narrativa propia o arco dramático. Todos tienen un por qué.
¿El fin de una era?
Con esa interrogativa inicia el tramo final de esta serie. Estamos a finales de 1984, con la edad de oro del porno de los 70 (representada en Boogie Nights) firmemente en el pasado, y la explosión de los videos caseros de los 80 en pleno apogeo. Los días de largometrajes con historias reales y salas de cine sucias están a punto de desaparecer, el campo del porno amateur está floreciendo y todos los personajes están tratando de mantener las sobras de este, en especial Eileen (Maggie Gyllenhaal) quien describe su trabajo tras la cámara como ‘porno erótica’ un cine en el que ya nadie parece interesado, ni público ni inversores.
Esto se vuelve cada vez más difícil, no solo por la cambiante industria del porno, sino también por la cambiante cara de la ciudad de Nueva York. Los hermanos gemelos Vincent y Frankie Martino (James Franco) intentan ajustar sus negocios en medio de la disminución de respaldo de sus socios de la mafia. Vince piensa en salir, mientras Frankie busca formas de expandirse por su cuenta. Abby Parker (Margarita Levieva) lucha por mantenerse fiel a sus raíces activistas sin abogar por la censura de toda la pornografía. El oficial Chris Alston (Lawrence Gilliard Jr.) y el oficial de moral pública Gene Goldman (Luke Kirby) luchan contra sus conciencias mientras recurren a métodos poco convencionales para limpiar The Deuce. Y Eileen choca con Harvey (David Krumholtz) por la dirección de la industria del porno en medio de sus propios problemas familiares.
Eileen toma el control
La temporada pasada mencioné que Gyllenhaal estaba pletórica, no por nada en esta ocasión se ha convertido en la pieza central, al menos, de los primeros episodios. Gyllenhaal obtiene más escenas geniales, particularmente en sus interacciones con su interés amoroso (el siempre excelente Corey Stoll). Eileen se ha recuperado de un pasado traumático y ha utilizado la pornografía como una vía de liberación personal. Sus películas son feministas, experimentales y atrevidas, pero también la asfixia un mundo dominado por hombres que no sabe qué hacer con su talento.
La vida de Eileen ha mejorado al convertirse en un nombre familiar en el porno, pero no se puede decir lo mismo de Lori (Emily Meade), incluso después de ascender al estado de estrella porno en toda regla. Con la muerte de su proxeneta, CC (Gary Carr), la temporada pasada, se podría pensar que la suerte de Lori podría mejorar. Pero las cosas continúan pareciendo sombrías para ella en Los Angeles, no sólo por sus problemas personales, también por el trato deplorable que recibe en el trabajo; y Emily Meade brilla en cada segundo que aparece en pantalla.
Estafadores de Wall Street, SIDA y otra era para Nueva York
Al paso que avanza la temporada 3 de The Deuce aparecen nuevos elementos que marcaron esa nueva era neoyorquina, tales como los escándalos del Wall Street y la crisis del SIDA. El sobrino de Vince, Joey (Michael Gandolfini), inicia un servicio de desnudos para sus amigos, con la ayuda de regañadientes de su padre, Bobby (Chris Bauer). Mientras tanto, Paul (Chris Coy) intenta apoyar a su pareja, Todd (Aaron Dean Eisenberg), mientras lucha contra el SIDA.
La desventaja de Simon al abordar este período oscuro de la historia es que no hay forma de dedicarle tanto tiempo como se merece. Aún así, sería un error no cubrir este tema en un programa sobre la industria del sexo de Nueva York en la década de 1980, y The Deuce maneja el material con elegancia, con muchas de las escenas más conmovedoras de la temporada que rodean a Paul y Todd.
Otros momentos tocan el corazón es una trama secundaria Melissa (una excelente Olivia Luccardi) y su mejor amigo, también diagnosticado con HIV. Incluso Franco tiene momentos para brillar, como cuando Vince mira alrededor de su club mientras suena “Once in a Lifetime” de los Talking Heads. Sabe que todo esto desaparecerá pronto, y no hay vuelta atrás.
Un cierre oportuno
Un cierre en una tercera temporada puede parecer precipitado pero en esta ocasión es oportuno. The Deuce cuenta una historia de nacimiento, auge y caída de una década que brilló casi por tres décadas. Cada temporada narró un punto de inflexión que consiguió un cierre casi perfecto.
Un episodio final que se traslada a la Nueva York actual como telón de fondo para dar un vistazo a final a todos los personajes que marcaron la historia. Un última vistazo cargado de emotividad y nostalgia que contrasta con la crudeza que marcó toda la historia.