Hay cosas que con el tiempo no se pueden borrar, cosas que no se pueden cambiar, porque somos seres aprehensivos, seres de rutina.
Ella siempre ha pensado que no tiene a nadie a quien extrañar, ha dejado a todo el mundo atrás, fiel a su costumbre, deja su vida pasar, se olvida de las personas, pero jamás de él.
Él no sabe que lo extraña, que vive en su mente, la inunda con su rostro, le alegra cada día con la sola ilusión de poder volver a verle, pero eso ya jamás pasará, la vida los puso en tiempos muy distintos, en tiempos perdidos, la vida los ha estafado.
Ella lo quiere, pero no quiere volver a verlo, tantas veces ha deseado dejar de hablarle, deseado que la odie, que él ya no quiera saber nada de ella, pero ella es tan estúpida que no sabe qué hacer para que eso pase.
Ella quiere que él sea suyo, dormir en sus sueños, que viva en su mente, le quiere a su lado, quiere sentir sus suaves labios, tocar su bello rostro sin remordimientos, sin amenazas, necesita una palabra, una sola idea que le deje entrar y contemplarle, quiere admirarle aunque sea una sola noche, una noche entera.
Ella se he disfrazado para estar con él unos instantes y sentir que le vuelve la fuerza, que la vida le regresa, sus palabras le hipnotizan, pero tanto le molestan, porque no son para ella. Quiere quitarse ese disfraz y volver a ser ella misma, ser esa mujer despreciable, ese monstruoso ser que odia al mundo entero, ese que se ahoga en la inmundicia de la soledad, del rencor y del olvido, pero sus palabras siempre la traen de vuelta, la regresan a ese estado de gracia que tanto detesta, ese estado en que tan bien se siente, ese estado en el que no lo tiene.
Quiere dejarlo atrás, olvidarle, pero no puede, es demasiado para ella, la asfixia tanto, se ahoga, se sofoca, las palabras le brindan el aliento que le falta y la fuerza necesaria para quedarse atrás y dar un paso de lado, él es tan vital en su existir que simplemente le obliga a seguir, no sabe qué pase, que suceda, pero ella sigue ahí.
Si hubieran vivido en otro tiempo hoy estarían juntos, ella estaría a su lado, ella no le extrañaría a cada instante sabiendo que nunca estará con él.
Por: Josué González
Twitter: @joss_gonzalez
Era algo en su manera de ver la vida y sonreírme, algo de sus ojos, de su manera de besar y como se movía su cabello cuando la despeinaba el viento.
Simplemente me cuesta describir lo que era vivir abrazada a su espalda y la forma que teníamos de acoplarnos al dormir. Como sus brazos me buscaban incluso en la oscuridad porque nos costaba estar lejos una de la otra, nos necesitábamos, la necesitaba.
El aroma de su piel y el rosa que adornaba siempre sus labios. La manera de caminar y el sonido de su risa, eso que me hipnotizaba y la verdad es que me encantaba complacer cada capricho que ella tenía. Me convencían sus besos, me tenía a sus pies con sólo un roce de sus manos en mi mejilla.
Me perdía besando los hoyuelos de su cadera, mis manos recorrían cada centímetro de sus piernas y mis dedos se perdían en su intimidad; porque anhelaba robarle suspiros, porque mi corazón latía al compás de sus gemidos.
Ella, la que con un «lo siento» me partió el alma en mil pedazos, la que con pasos firmes se alejo y soltó mi mano dejándome perdida y sin aliento. La que se llevó mis sueños y el para siempre que soñaba a su lado, era ella.
Por: Itzel Rmz
Twitter: @MsIpRamz