Hay palabras que son difíciles de pronunciar.
Todos hemos pasado por un período de duelo, ese tiempo tan difícil de decir adiós a la persona que amamos. Pensar en no volver a ver a un ser querido asusta, es el fin de una etapa con él o ella, y hiela el alma.
Un dolor intenso se acumula en el pecho, el alma se constriñe y las entrañas se desgarran, las costillas duelen de tanto llanto y los ojos se hacen chicos de lo que se hinchan. Ese dolor viaja por cada músculo, las vértebras se vuelven rígidas y tal rigidez llega a la nuca, que sale por la cabeza en forma de unos rayos intensos que parecen quemar el cuero del cabello. Ese dolor es el cúmulo de palabras que se quedaron en la garganta, pues la persona que partió ya no puede escucharlas más, porque murió (o no quiere porque partió), entonces esas palabras se convierten en espadas que van haciendo pequeñas heridas por todo el cuerpo. Porque, a poco no, el dolor viaja por cada centímetro de nosotros, por dentro y por fuera.
Hay días que el dolor es más intenso, esos días se tienen que sortear para salir triunfantes y no dejar que éste nos coma las entrañas. Hay otros días que se siente la sensación de querer gritar muy fuerte, hasta quedar sin voz, y que en ese grito se vayan esas estacas que están clavadas en el pecho hasta la más profunda fibra.
A veces ese dolor se convierte en tristeza, que es aterradora y desgarra, pues el recuerdo vive y vaga por la mente, haciendo remembranzas de las historias en el camino juntos. Luego algunas lágrimas caen sin poder detenerlas y se acompaña con un agudo gemido que el oído trata de esquivar pues la agudeza lo lastima.
El dolor es igual a las palabras de amor, de disgusto, de sentimientos que no pudo escuchar esa persona de nuestra viva voz, y entonces se vuelve una roca que se carga durante el tiempo del duelo. Ese tiempo es relativo pues creo que depende de lo que significó en la vida.
Pero, ¿Cuál será la manera más sencilla para decir adiós?, ¿para soltar la mano de ese alguien que ya no estará más a tu lado? Ese puente que se piensa irrompible. Ahora, ahí esta todito roto y sin algún arreglo. Se tiene que reconstruir un puente nuevo, pero sobre todo diferente, eso aterra porque el corazón está desconsolado. Creo que siempre hay respuestas, no llegan en dos días, pero si las esperamos con fe, las encontramos en tiempo y forma.
Decir adiós no es sencillo, menos cuando amamos profundamente y ese ser es significativo para la vida. El tiempo irá dando las respuestas acertadas para llegar a pensarle con más tranquilidad y sentirse feliz porque él o ella fueron parte importante de nuestro andar, además que estoy segura, dejará siempre algo valioso, ya sea una enseñanza o una virtud en nuestro espíritu.
Por eso, siempre dile a las personas que las amas o lo que te molesta o lo que necesitas, claro, también sin olvidar lo bueno que te dieron durante el día, la tarde o la noche. Siempre es mejor decir que callar, porque cuando ya no están con nosotros no sirve de nada cada frase guardada, y creo que puede hacer más difícil dejar que tome su destino. No decir causa un dolor profundo e intenso.
Ama, vive, di, valora.
Ale Olson