Hace poco, en “¿Clásico o best-seller?”, se habló sobre las diferencias en el origen del éxito de un libro. No es lo mismo ser pauta y referencia en la literatura, que impactar meramente en el ámbito económico. A más de un año de su muerte, quizá Ray Bradbury no sea conocido como el Shakespeare de la ciencia ficción, pero nadie podría poner en duda que sus obras son un ícono del género.
Ni Bradbury ni Meyer, ni Shakespeare ni Rowling se hicieron famosos o ricos por una historia bonita y un par de reflexiones, pero la razón por la que unos pueden ser considerados como trascendentales y otros quizá sólo son éxitos bárbaros que le dieron al clavo de la moda de una generación, tal vez sea que los unos supieron mezclar contenido y calidad y los otros se fueron más por cantidad.
Tal vez decir que Bradbury redefinió la fantasía literaria sería una gran osadía, pero puedo atreverme a decir que, sin duda, sus escritos cambiaron mi forma de ver la vida. Dejar huella en la conciencia de cualquier lector no le dará de comer a ningún escritor; pero es precisamente ésa, la diferencia entre un autor/libro clásico y un éxito mercadotécnico.
Y hablando de conciencias marcadas, hoy les platico de este gran autor, el señor Ray Douglas Bradbury, porque sus escritos pisaron fuerte dentro de mí y aún años después de haberlo leído por vez primera, sus palabras siguen retumbando.
Crónicas Marcianas, probablemente su libro más famoso, es el responsable de despertar en mí las cosquillas intelectuales que me llevaron a seguirlo de cerca y devorar sus creaciones. Si aún no lo han leído, me limito a decirles que es una serie de cuentos que originalmente eran independientes y sin relación cronológica entre ellos. Para poder publicarlos, Bradbury los ordena y agrupa para narrar la colonización humana del planeta Marte pero, ¿quiénes son los villanos en esta historia?
El estadounidense es responsable de más de 30 novelas, cuentos y otros relatos; la mayoría de ellos inclinados hacia la fantasía y 100% caracterizados por un regaño moral. Tal es el caso de Fahrenheit 451 y el Hombre ilustrado. Quizá será por eso que hoy lo recuerdo y lo hago con cariño, pues en sus letras siempre se podrá encontrar un dejo de profeta.
Sus obras, muchas de ellas futuristas y caóticas en cierta medida, dejan a cualquiera en las puertas de la reflexión. Las saco a colación el día de hoy, porque si bien los escenarios propuestos por Bradbury corresponden a años muy adelantados, no sólo para su época sino para la nuestra también, nuestra raza ha llegado al punto en el que propiciamos el desarrollo de las problemáticas que este genio plasmó en sus libros.
Una humanidad que prohíbe los libros y pensar individualmente, un mundo destruido por la tecnología, una sociedad que extermina a otra con tal de preservar su existencia; por mencionar sólo algunos de sus temas. Personajes, historias y problemas que una vez fueron ficción, que alguna vez fueron lejana fantasía; cada día dan un paso más hacia nuestra aterradora realidad.