Lo siento, sé que a fin de cuentas esto que pasa es mi culpa y temo que soy la razón de tantas peleas absurdas. Por mis miedos, por mis silencios y mis miradas que interpretas de forma que sabes más de mí que yo misma.
No es la hora ni el momento para llamarte y decirte que muero por verte, por tenerte en mi cama de nuevo, sentir tu cuerpo desnudo abrazado al mío. De acostarnos sin acostarnos y simplemente acariciar tu espalda y sentirte pegado a mí.
Sé que mis celos absurdos pero bien fundamentados han jugado mucho en esto, es que no entiendes que te amo tanto que te cuido hasta de mi propia sombra.
Yo en cambio soy tan tuya que si me dieran a besar otros labios los rechazaría porque sé que no me harían sentir como tú, como volando, sin respiración, sin aliento, todo por la emoción.
Se me va de las manos esta adicción, mi única droga eres tú y lo sabes muy bien. Nunca habrá otro beso así, otros labios, otro cuerpo; solo tú, porque a ti te regale las estrellas del cielo, a ti y a nadie más.
Ahora te diré algo en serio, si te vas me iré contigo. Sentirás mis besos y mis caricias donde quiera que estés, encontraras mi mirada haciéndote el amor en silencio; no pienso dejarte ir.
Bueno finalmente siempre acabo diciendo lo que no tengo que decir, todo lo que debería callar. Eso sucede cuando no estás enfrente, porque sabes que cuando te tengo cerca digo todo lo que quieres escuchar salir de mis labios.
Basta con que me roces para que sea un títere en tus manos, maldita adicción, malditos tus besos que me llevan a la cama, al sofá, al piso, a donde tu quieras sin preguntar nada.
¿Es eso lo que querías escuchar?