Reseña de Joy con Jennifer Lawrence

Te levantas de tu cama en la mañana sin poder dormir. El insomnio que creías que habías vencido ha regresado. Enciendes la televisión de pura pasividad y comienzas a pasar los canales; al poco tiempo te das cuenta que todos están llenos de infomerciales. Gente con demasiado ánimo tratando de venderte productos de dudosa calidad. ¿Alguna vez te has preguntado cómo ese producto llegó a ser promocionado en ese espacio? o ¿cómo uno de los vendedores llegó a tener la oportunidad de anunciar algún invento mediocre que se le haya ocurrido? Bueno, yo tampoco. Por esto fue que me sorprendí mucho cuando comprendí, a un tercio de la película, que Joy trata exactamente sobre eso.

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Interesante.

Joy comienza con la narración de la abuela de la heroína de esta historia. Según lo cuenta ella, Joy (también es el nombre de la protagonista) ha estado inventando cosas desde niña. La vemos jugar con un modelo de su casa soñada hecho de papel junto con su media hermana, esta le dice a Joy que lo que le falta a su casa es un príncipe, la protagonista disiente diciendo que no es cierto, que ella nunca necesitará un príncipe para ser poderosa. Saltamos a varios años después y sorpresaaa Joy se ha divorciado y tiene dos hijos, vive con su madre y trabaja en una aerolínea en la que no le pagan lo suficiente.

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Por casos como este es que nadie contrata a las adivinadoras del futuro jóvenes.

El ritmo con el que empieza Joy es caótico. Las escenas duran entre uno y dos minutos. El director decidió tratar de introducirnos a la protagonista de la manera más forzada y apurada posible.

En la primera media hora hemos visto al personaje de Jennifer Lawrence desde niña, hasta adulta, ha tenido flashbacks de nostalgia, conocimos a toda su familia (en la cual ella parece ser la única responsable), vemos como todos la tratan mal, nadie la ayuda excepto su abuela, su jefe la obliga a trabajar en el turno de la noche , tiene que contratar un plomero por culpa de los descuidos de su madre que pasa todo el día viendo televisión, vemos como conoce a su ex-esposo y como este la convence de participar en un musical, Joy se tortura a si misma con recuerdos del divorcio de sus padres y luego tiene una revelación e inventa un nuevo trapeador revolucionario esperando que, al comercializar su idea, pueda resolver sus problemas financieros.

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Más diversión sin igual.

Mientras todo esto sucede, se llevan a cabo varias introducciones flojas a los personajes de la familia de Joy, que parecen más caricaturas al servicio de la trama que personas reales.

Es como si el director nos quisiera dar a entender, en el menor tiempo posible, que Joy es una persona honrada que ha vivido una vida complicada y que por esto debemos apoyarla durante toda la película, lo cual no funciona para nada. Al parecer a David O. Russell (el director del filme y escritor del guión) se le olvidó que tenía que hacer un libreto para su nueva película y lo comenzó a escribir una semana antes de empezar a grabar.

La introducción de Joy es plagada, por alguna razón, de fragmentos de una telenovela (la cual es una parodia de los pésimos programas que dominan algunos canales mediocres de televisión) en la que el director parece querer enfatizar lo ridículas que son dichas series y la estupidez de la madre que se pasa todo el día viéndolas. Pues lo único que termina logrando con esto es que comparemos dichos fragmentos con su floja y ridícula película de la que no se diferencian mucho en desarrollo de personajes, escritura de guión y hasta en algunas actuaciones.

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La película y la telenovela son básicamente iguales, excepto por el presupuesto.

La cinta continúa. Joy procede a pedir dinero prestado para hacer realidad su proyecto. Luego de conseguirlo empieza a manufacturar su producto encargándose de todo, desde contratar fabricantes hasta conseguir mano de obra barata. Para la sorpresa de nadie, le es muy difícil conseguir vender su sofisticado trapeador, por lo que se ve forzada a recurrir al mundo de los infomerciales. El director procede a contarnos todos los detalles sobre el banal comercio masivo por televisión; como era de esperar, esto no complace a nadie. Aquí es donde el filme se pierde completamente y empieza a producir absurdas situaciones dramáticas (que distan mucho de la verdadera historia de Joy) para que la audiencia no muera de aburrimiento y la película dure más de los sesenta minutos que debería durar.

Todo concluye en una disputa de la ley de patentes de Estados Unidos, la cual un abogado intenta explicar al público de forma horrorosamente tediosa. Esto lleva a un final feliz que no contaré solo porque puede que algunos de ustedes todavía deseen ver Joy para no perderse a los excelentes actores presentes en ella.

Así quedé cuando escuché la frase: «las regalías afectan tu uso de la ley de patentes para poder debatir esto en la corte.»

Lamento decepcionarlos pero, a pesar de una actuación decente de Jennifer Lawrence, a los demás talentosos actores simplemente no les fue dado un buen material de trabajo. Los personajes de Robert De Niro, Bradley Cooper (el cual me había olvidado completamente que salía en la película) y Edgar Ramírez son planos, no tienen mucho que decir y cuando hablan solo escuchamos diálogos genéricos de acuerdo con sus aburridas y predecibles personalidades que les dio el mediocre guión.

Joy se gana el premio de la línea más sexista que he escuchado este año, pronunciada por la misma Jennifer Lawrence: «No sé nada sobre estadísticas o negocios, francamente, pero yo si limpio mi propia casa e hice este trapeador porque es mejor que cualquier otro en el mercado.» Tratan de presentar a Joy como una muchacha poderosa que no necesita de nadie para luego oírla decir esta espantosa línea que dudo mucho que haya salido de la boca de la verdadera Joy, en la que la película basa su historia. Prefiero apostar a que fue escrita por un cineasta flojo y sexista. Este se supone que es uno de los momentos más épicos del filme y acaba siendo vergonzoso.

Otra de sus inconsistencias es que Joy, cuando es una niña, es descrita como una futura inventora; «una de esas personas especiales que tienen la paciencia para crear cosas…» así la describe su abuela. La película nos decepciona una vez más cuando presentan a la protagonista como una creadora emprendedora, para que luego termine ideando inventos desesperados con el único objetivo de volverse rica porque, a fin de cuentas, la película trata es de esto, no de querer ayudar a nadie, sino tratar de ganar dinero fácil y rápido; apoyar al personaje de Jennifer Lawrence se hace cada vez más difícil a medida que pasan los minutos.

La cinematografía es otro desastre, nunca se usan imágenes para contar la historia, sino que estas sirven solo para mostrar a los actores explicando la trama con un exceso de diálogos. David O. Russell edita tomas al azar que no tienen coherencia unas con otras. Secuencias como la de Bradley Cooper y Jennifer Lawrence manejando por una autopista es interrumpida por varios cortes que nos muestran, por ejemplo, la parte trasera del vehículo sin ninguna razón, y así sucede con varias escenas en las que participan varios actores del elenco. Variedad de planos por capricho, sin ninguna necesidad. El director sabe que, si no mantiene la cámara en movimiento, tarde o temprano nos aburriremos demasiado por su infantil trama.

Trailer de película Joy

¿Notaron que en algún momento se sugiera, siguiera vagamente, que la película trata sobre una mujer con poco dinero tratando de vender un trapeador? Porque yo no. Esa no es una trama que inspiraría a millones de personas a ver una película, a menos que esté echa de una forma excelente y Joy dista mucho de ser un filme decente.

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2 COMENTARIOS

  1. Y cuantas otras péliculas tratan de ganar dinero fácil, muchas. Se muestra la idea de cumplir el «sueño americano» no que la idea sea ayudarle a otros. Tiene su merito hacer de una historia pauperrima de como se hizo un trapeador una trama de emprendimiendo, angustia, fuerza y persistencia.

    • Es verdad. Pero esta película trata a la protagonista como una santa, cuando en realidad es como todos los demas.

      The Wolf of Wall Street hizo esto mucho mejor. No mostraba la nobleza del protagonista de ninguna manera, él solo trataba de ganar dinero como fuera, al igual que Joy.

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