El último exorcismo. Parte II, Dios pide, el Diablo ordena.

 

Dirección, guión y montaje: Ed Gass-Donnelly

Elenco: Ashley Bell, Julia Garner, Spencer Treat Clark, Tarra Riggs

EEUU, 2013, 88 minutos.

La película inicia con un flashback de lo ocurrido en la primera parte, el desarrollo tiene lugar apenas unas horas después del final del primer exorcismo y aquella escena con el final en llamas con la secta “diabólica” y la supuesta extracción de Abalam.

Nell Sweeter es acogida por el gobierno quien la manda a una casa, donde junto con otras chicas que buscan también su reinserción a la sociedad por problemáticas diversas, al inicio todo parece ser fácil al haber aceptado que aquel demonio que la poseyó fue sólo una creación de su mente y de su entorno, pero todo se complica de gran manera al darse cuenta que no es así y que Abalam sigue al acecho ahora de una nueva forma y más incisivo.

La primera parte deja un gran sabor de boca, deja una buena impresión en la crítica y una aún mejor en el público, aún y cuando se apega a ese formato de película ya muy conocido, estilo documental. Más allá del terror, del susto, que si los hay y muy bien hechos, deja en la reflexión esa temática del fanatismo religioso y de cómo los factores sociales influyen en las creencias y en las acciones.

Desde que se da a conocer la secuela de la película, da la idea de que es hecha con fines meramente comerciales, con la simple idea de que arrastrados por los buenos resultados de la primera los cinéfilos llenarían las salas. Ahora la película es contada en el formato tradicional, es presentada como más violenta, como el final de lo que se inició, lo cual me parece que se queda un tanto corta, ya que no es ni la mitad de terrorífica de lo que llega a ser su antecesora, se recurren a los clichés del terror en los que la protagonista, una chica “normal” es atormentada por sus “demonios” del pasado los cuales la hacen regresar a la posesión.

Muestran el cliché en el cual el demonio que intenta poseer es tan poderoso que puede mostrarse en cualquier lugar, incluso en una iglesia, en la cual se azotan pájaros que caen muertos al suelo, el teléfono que sigue sonando incluso después de desconectado, llamadas amenazantes de gente muerta, el psíquico que sabe qué es lo que ocurre sin que nadie le haya explicado y los rituales de exorcismo fallidos y otros tan clásicos como el sonido fuerte y la cara demoníaca cuando menos lo esperas, recursos seguros y conocidos, que hacen decaer un poco la calidad de lo que vemos en pantalla.

La narrativa tiene una línea muy directa, muy segura lo cual ayuda a que no te quieras despegar de la pantalla aún y cuando es un poco predecible deseamos saber el desenlace de la protagonista y cómo van a manejarlo, siendo ahí donde radica la verdadera esencia demoníaca de la película.

Por: Josué González

Twitter: @joss_gonzalez

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