Si eres es un seguidor frecuente de televisión británica, si eres un fiel usuario de Netflix o si viste a Richard Madden (Juego de Tronos) ganar el Globo de Oro el pasado enero; entonces, probablemente ya has escuchado algo sobre la serie de suspenso más reciente de la mencionada plataforma de transmisión por suscripción: Bodyguard o Guardaespaldas. La ficción, se estrenó primero en Reino Unido, a través de la BBC, conquistó los números más altos en niveles de audiencia desde Downton Abbey en territorio anglosajón y Doctor Who (2008) ya ha sido catalogada como una de las series más exitosas de Inglaterra en la última década.
Construyendo así una promoción envidiable Netflix la distribuyó al resto del mundo a finales del año pasado; y yo le di la oportunidad hace poco para comprobar si todo lo que han dicho de la serie es cierto ¿es tan buena como dicen? No, es mejor.
¿De qué trata Bodyguard? *Spoilers*
El guardaespaldas (no, que NO es un rebbot o remake de la cinta de Whitney Houston) es una pieza de ficción de drama y suspenso; cargada de una buena dosis de acción y llena de la intriga y conspiración política.
La serie sigue a David Budd (Richard Madden), un oficial de seguridad británico, veterano y militar retirado quien tras volver de la guerra trabaja para el servicio de policía londinense. Tras un suceso en un tren –donde, viajando como civil, es capaz de detener un acto terrorista- es “ascendido” para proteger a Julia Montague (Keeley Bayas), la ambiciosa y conservadora Ministro de Interior del país, cuya política está en desacuerdo con la de Budd.
Bodyguard de Netflix ofrece una emocionante temporada, demostrando por qué es el drama más visto del Reino Unido en 2018. Richard Madden y Keeley Hawes ofrecen interpretaciones eléctricas como David Budd y Julia Montague. Su historia es mucho más que un amor prohibido, ya que el creador Jed Mercurio explora sabiamente las complejidades del trastorno de estrés postraumático de Budd y su búsqueda de la reconciliación familiar. ‘El guardaespaldas’ es una serie que definitivamente vale la pena ver pero… ¿por qué?
Intensidad y tensión
Si hay una palabra sola para describir la serie, es tensión. Desde su potente secuencia inicial, comparable con James Bond (y no, no exagero), las escenas de acción, el suspenso en la narrativa, la relación tensa e intensa entre Budd y Montague, o la amenaza de terror que se intensifica y se propaga dentro de Londres a lo largo de cada episodio (que son seis en total), la serie no da respiro; y todo esto lo consolida a través de una historia redonda, escrita a modo eficaz y personajes bien definidos.
Hablando de los personajes, difuminar con eficacia los límites personales y profesionales entre Budd y Montague conduce esa tensión durante la primera mitad de la historia. Keeley Hawes brinda un trabajo excelente como Montague, una política quien en público muestra su rostro menos afable, una mujer recia y trepadora; pero que en la privacidad es capaz de mostrar su vulnerabilidad, sus miedos e inseguridades.
Pero es sin duda Madden como Budd el dueño del espectáculo. El actor escocés domina por completo la historia y termina por desprenderse completamente de Robb Stark (de Game of Thrones) personaje por el que se hizo conocido. David Budd es un veterano de Afganistán quien lidia con el trauma post-guerra; que trata de adaptarse a la vida nuevamente. Él lucha para reconciliar sus creencias políticas, su deber, su estabilidad familiar y sus propias convicciones mientras se ve inmerso en una conspiración que sacude al país y que aparentemente solo él puede detener. Madden lleva la mayor parte de la tensión física y dramática del espectáculo, y guía a los espectadores a través de las seis horas que dura el espectáculo.
Suspenso político y acción
Jed Mercurio escribe una historia redonda que sabe retratar diferentes temas como el desorden post-guerra, la conspiración política, el terrorismo y la xenofobia; un puñado de tópicos que refleja el estado sociopolitico actual de Reino Unido pero que gracias al buen uso de la acción y el suspenso sabe muy bien cómo y cuándo entretener. Y hablando específicamente de Londres, hay que apuntar que la ciudad se convierte en otro personaje dentro de la trama. La fotografía –dotada de tonos pasteles y grises- captura la estética, los escenarios y la ajetreada vida en sus calles; después de todo, es Londres la verdadera víctima dentro de esta historia.
Es por ello que además del peso dramático (el viaje emocional de Budd es desgarrador), el espectáculo está lleno de secuencias de acción muy bien manejadas, capaces de tomar desprevenidamente al espectador en un par de ocasiones. Con una secuencia inicial, una secuencia de un francotirador en la primera mitad de la temporada, un elipsis brutal que divide la historia en dos partes y conduce a esos últimos episodios que colisionan en un episodio final que no dejará indiferente a nadie; hay que apreciar la audacia con la que Bodyguard retrata el que es uno de los mejores thriller que hemos visto en años. Una perfecta mezcla entre James Bond, Misión Imposible y las mejores temporadas de Homeland.
En conclusión, Bodyguard es una serie de suspenso imperiosamente hecha que combina la tensión, las emociones y las acciones, perfectamente acompañadas de dos trabajos interpretativos de primera.