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  • De príncipes y princesas: empoderamiento femenil

    De príncipes y princesas: empoderamiento femenil

    El fin de semana salí con una persona especial, digo especial en muchos sentidos, sobretodo porque hizo algo que muy pocos logran en mí: hacerme reflexionar.

    Ya sé, quizá suena tonto pero no lo es, sencillamente tuvo razón en muchos momentos, cosa que tampoco digo muy a menudo y menos cuando se trata de hombres. Tuvo razón por simples razones: Disney y los cuentos de hadas han hecho que las mujeres reciban mensajes torpes como que sin el hombre no somos nada, que servimos para hacer limpieza o que debemos ser frágiles y esperar que un hombre nos salve.

    ¡Basta! Es cierto, me he cansado de historias donde la princesa logra por fin explorar el mundo sólo porque un hombre ha venido al rescate, de esos cuentos donde el primero que pasa y se fija en ella es el bueno incluso si se han conocido por dos horas. ¿Realmente es lo que queremos que crean las niñas? ¿Qué el amor verdadero se encuentra en el primer hombre que se cruza en su camino? ¿Quieren que creamos que somos incapaces de hacer algo por nosotras mismas y dependemos de que llegue un «valiente príncipe» a caballo para sacarnos de la torre donde nos tienen cautivas?

    Yo digo que no. Es cierto, somos mujeres, pero no por ello somos inútiles, creo que en cada una de nosotras se encuentra una mujer fuerte, valiente, inteligente y dispuesta a luchar por salir adelante. No es necesario que creamos que por no depender o descansar nuestra felicidad en un hombre somos «machorras» o «raras», al contrario, somos ejemplo de que podemos brillar sin ser la señora de nadie.

    Mujeres, olviden todo eso de ser la princesita débil que espera a su príncipe para que la encierre en el castillo a limpiar, barrer y cocinar, olviden el cuento de hadas donde el primer hombre es el amor de sus vidas, olviden el que la felicidad reside sólo en encontrar el amor. Somos más de lo que nos han hecho creer y esas cualidades que poseemos son las que nos hacen brillar y crecer, la felicidad también se encuentra en alcanzar nuestras metas, desarrollarnos profesionalmente, encontrarnos a nosotras mismas, explorar nuestros talentos y sobre todo en sentirnos plenas y amarnos primero a nosotras mismas.

    No me malinterpreten, claro que la parte de la pareja es importante pero no la primordial. Princesa, primero encuentra tu felicidad contigo misma, vive plenamente, tu felicidad depende únicamente de ti.

  • Entonces la princesa…

    Entonces la princesa…

     

    Dicen que todos explotamos en algún punto, nos llega una señal que nos deja reflexionar cómo estamos viviendo nuestras vidas y nos cuestionamos si lo que vivimos realmente es lo que deseamos o planeamos en algún momento. Así ocurre y sin más sabemos a dónde dirigir nuestros pasos y cómo llegar a nuestras metas, sabemos que sin importar que ocurra nuestra vida a partir de ese momento será mucho mejor de lo que es ahora.

    La princesa no sabía qué hacer, si continuar en ese castillo en donde había pasado toda su vida mirando a la ventana e imaginando que habría más allá o finalmente casarse como estaba planeado desde su nacimiento. No sabía que existía otra opción, siempre se le había dicho que las buenas chicas son calladas y obedientes, no protestan y su deber es ir aliñadas y perfectas. Sabía que su destino estaba ligado a ser salvada de aquella torre custodiada por numerosos monstruos donde permanecía desde los 16, nadie había llegado aún.

    Por eso no dudo cuando aquel gallardo príncipe llego a su rescate, derrotando a todos los monstruos la tomo de la cintura sin siquiera presentarse y le robo su primer beso sin mediar palabra, la subió a su corcel y la llevo a su castillo diciéndole que la boda estaría lista por la mañana. Nunca le pidió matrimonio o la miró con ternura como habían dicho que sería.

    Así pasaron algunos años y la princesa se encontraba cada vez más apagada, tenía sexo porque era deber, lo besaba y abrazaba en las galas porque era lo que tenía que hacer y una vez sin invitados el príncipe se retiraba a sus aposentos y la dejaba irse a su habitación sin decirle nada. Le hablaba cuando la necesitaba en su cama o cuando debía acompañarlo a alguna cena y lucirla como trofeo. Sabía que no era feliz y no estaba segura si debía serlo.

    Fue un día común mientras se arreglaba para otra gala que sin saber muy bien porque decidió mirar por la ventana, una joven bailaba sola en un kiosco y con sus brazos simulaba una pareja, sus pies se movían ágiles y su cabellera danzaba con el viento; portaba un vestido sencillo, azul como cielo e iba descalza. Seguramente una de las chicas de la limpieza, pensó. Se perdió en aquella danza y en su sonrisa, envidiaba lo feliz que se veía.

    De pronto, recordó cuando ella tendría poco menos de la edad que aparentaba la joven y lo mucho que le gustaba reír. Cuanto disfrutaba sus baños de sol y las caminatas por el jardín del castillo de sus padres, recordó que se sentía única, hermosa, independiente y segura; también recordó las palabras de sus padres cuando la dejaron en aquella torre, su madre especialmente había insistido en que ella no era capaz de nada sin haber encontrado a su príncipe.

    En realidad ella nunca había deseado casarse, deseaba ser libre, ser ella misma, dejar de lado las apariencias y sentirse especial, no porque un príncipe lo dijera, sino porque ella sabía  de lo que era capaz. Tomó una maleta y coloco las pocas cosas que ella tenía, todo lo que él había comprado para ella lo dejo acomodado en su lugar, garabateo una nota, lanzó una cuerda por su ventana y bajo con cuidado. Entonces, la princesa corrió hasta saltar la reja del castillo y por primera vez en mucho tiempo se sintió libre, aun si no tenía un rumbo fijo y no sabía a dónde iría… por primera vez se había salvado a sí misma.