Hola:
Sí, esta es una carta para pedirte que me perdones, tú no hiciste nada realmente, ahora sé que siempre fui yo; pues finalmente era yo la que te daba todo lo que nunca habías pedido.
Yo fui la que se ilusionó con lo nuestro, la que creyó haber encontrado todo lo que había buscado siempre. Aquella que te puso el título de “amor de mi vida”, qué tonta, pensé que también lo sentías.
Creí en tus besos, en esos abrazos que me hacían sentir tan segura, tan crédula de que todo era real, de que tus palabras eran realmente sinceras.
Cometí un error, todo por un capricho absurdo; fui una ilusa al creer que yo era tan importante para ti que lucharías por conservar lo nuestro, el segundo error fue el buscarte, pedirte que lo olvidaras todo y volvieras a mi lado.
No sé si fue ahí o antes cuando decidiste que ibas a jugar con mi corazón, con mis sentimientos, con mis emociones. Pero regresaste, y con ese hecho volví a construir castillos en mi mente pedazo a pedazo. ¿Tú? Bueno, creo que sabes a qué te dedicaste todo ese tiempo, pero repito, la culpa nunca fue tuya, acepto que siempre fue mía.
Perdón por querer una vida contigo, por desear despertar contigo día a día, por soñar con hijos, una casa y tu sonrisa. En verdad, lo siento, no sabía que tú no deseabas todo eso, creí que sí, por las veces que me dijiste que querías casarte conmigo cuando tuviéramos todo en orden.
Disculpa las cartas de amor, los detalles, las caricias, perdóname por amarte de la forma desmedida en que lo hice, porque una parte de mi todavía lo hace. Y te repito, nadie tiene la culpa, únicamente yo decidí aferrarme, aún cuando veía todo esto derrumbarse alrededor. ¿Tú? Sólo guardabas silencio y evadías mi mirada cuando te pedía la verdad.
No te sientas mal, tú no hiciste nada, ni desmentirme, ni ilusionarme, solo estuviste ahí, nunca luchaste por nada, dejaste que todo pasara. La de los cuentos eternos y los sueños sin fundamento siempre fui yo. Te devuelvo todo, incluso lo que no tuvimos, de verdad… perdón.