Algunos dirán sobrevaluada, otros dirán la película del año; pero no se puede poner en duda que Gravity es una cinta impactante. Será por los efectos especiales, será por las mil y un desgracias que le suceden a la doctora Ryan Stone, será por la inmensidad y belleza de la Tierra vista desde el espacio, o será simplemente por los fuertes mensajes que transmite.
Ésta no es una reseña de la película, pero si no la has visto quizá prefieras leerla más tarde.
Desafortunadamente somos una especie muy sentimental. Los seres humanos estamos llenos de emociones y aunque muchas son positivas, muchas otras no son tan buenas. El chiste está en aprender a usar esas cosas negativas a nuestro favor.
Si ya vieron Gravedad, probablemente recuerden la parte en la que Stone intenta suicidarse dentro de la cápsula Soyuz, cuando ya está inconsciente, el teniente Kowlasky le hace una visita a su imaginación y le dice lo que tiene que hacer, no sin antes recordarle que a pesar de haber perdido a quien más ama y sin importar lo mal que las circunstancias la estén tratando, siempre tendrá dos opciones: Quedarse allí y rendirse ahí, donde está desconectada de todo, donde nadie le hace daño, o “aprender a dejar ir” y seguir adelante.
Otro momento importante es, sin duda, cuando Ryan acepta lo asustada que está no por el hecho de morir, sino por el saber que ése será el día y que quizá no haya nada que pueda hacer para evitarlo. No sé si alguna otra especie también le tenga miedo a la muerte o lo suyo sea sólo el instinto de preservación, el punto es que el miedo a ciertas cosas nos puede dar el impulso o el ingenio que necesitamos para conservar la vida.

Y ni qué decir del miedo a la soledad. El lugar que una persona ocupa en el universo queda perfectamente dimensionado al ver el imponente universo que rodea de nada a un astronauta varado. A la doctora Stone le gustó mucho el silencio al que bien pudo haberse acostumbrado, pero cuando es impactada por los restos de los satélites, queda a la deriva y poco a poco pierde las comunicaciones, así entra totalmente en pánico.
Por mucho que la vida haya destrozado a una persona, por muy pocos motivos que tenga para seguir, el hombre no puede evitar responder a su naturaleza social, no puede ignorar su desprecio hacia la soledad ni a la exclusión de la sociedad.