La tecnología puede cambiar las vidas de un conjunto de un individuos, modificar su percepción del mundo y plantear viejos y nuevos miedos alrededor de un concepto meramente digital. Año tras año se incluyen nuevas mejoras tecnológicas para facilitar la vida de la humanidad pero… ¿Realmente la mejoran? ¿Hasta qué punto puede desvariar el deber ser de una familia o de una relación? Black Mirror vuelve con una 4ta temporada distinta a las anteriores, más emocional y menos pragmática, analicemos qué tal este cuarto acto.
En el año 2011 Charlie Brooker comenzó con 3 capítulos un experimento televisivo junto a la BBC, con premisas variadas y separando los universos narrativos conjugaba política, paranoia y el uso extremo de tecnologías, las historias no eran felices ni tampoco moralmente correctas, pizaban el calzador entre los peores escenarios y contrastaban la voluntad del ser humano frente a una cibercalle.
Los años pasaron y el éxito de Black Mirror se afianzó al volver con una segunda temporada en la misma casa televisiva y un posterior especial de navidad (White Christmas), más no sería hasta 2016 cuando trasladaría Black Mirror a Netflix y alternaría la fórmula específica haciéndola más “digerible” y algo repetitiva en cierto grado.
La premisa fundamental de sus historias seguía allí, aunque empezaba a afectarse para lograr un final “ideal o cerrado”, lo tecnológico queda de lado y no se vuelve lo más importante sino que entra en juego lo emocional alterando la fórmula y ofreciendo un ritmo irregular, todo esto hasta llegar hasta el 2017, año donde aterriza la cuarta temporada.
Visión particular
Decir que es buena o mala depende mucho de la subjetividad de la audiencia, esta cuarta temporada es mucho más accesible para un público, menos pesada y también más amoldada a la plataforma de Netflix.
Estamos de cara a seis episodios que no siguen una línea central (tal como sucedía en la 1 o 2da temporada), USS Callister propone un juego con potencial pero lo desperdicia dejando baches argumentales y lo peor del caso: es conformista por ofrecer una parodia o tributo a Star Trek, bien querían ofrecer una parodia pero raya en la fórmula de Black Mirror.
Arkangel empieza muy bien: una madre quiere controlar a su hija y establece un control parental, privándola de todo factor nocivo en su vida, la apuesta encaja a la perfección y expone grandes posibilidades pero es justo allí donde surgen los detractores, empiezas a cuestionar si estás viendo una serie de FOX o de MTV y cede ante lo emocional, ante lo predecible y olvida lo maquiávelico y crudo que podría llegar a ser el show.
Crocodile habla de un asesinato por error, traslada el accidente a excusa y hace que una figura reconocida se manche las manos, la tecnología apenas está por accidente, se cuela entre unos cuantos cuadros pero no es el foco, la crónica de una asesina serial parece que sí, los guionistas parece que veían mucho Mindhunter.
Hang The DJ ha causado opiniones dispares, por un lado si ofrece la piedra angular en torno a la tecnología, es un experimento social válido frente a la idea de “tinder simulado”, las quejas han venido con un final tan cerrado y “feliz”, en lo personal cuadra e incluso podría decirse que hay influencia de The Lobster.
Metalhead ha sido uno de los capítulos más ambiguos de la tanda, en blanco y negro es una propuesta arriesgada de una sociedad distópica, con elementos a lo Cujo pero distópico sitúa al expectador frente al miedo de una sociedad devastada donde una mujer huye de un perro robo, el detractor: no hay contexto, todo es aleatorio.
Black Museum es el punto de quiebre, la salvación de la temporada, un capítulo largo pero que defiende todo el trayecto con una antología frente al horror, el progreso tecnológico a partir de alguna carencia para dar paso al terror y al miedo.
Al final el espectador alaba Black Museum, separan los resultados de entregas que parecen series distintas y que cuestionan si Black MIrror está perdiendo el horizonte ¿Tendrá más temporadas? ¿La junta con Netflix alejó la esencia original?