¿Qué habrá pasado con Amelia?, espero mi consejo le sirviera.
– Yo: ¡Hola Amelia!, ¿Cómo estás? No he sabido nada de ti, desde aquella ocasión en la que hablamos, cuando, tú sabes… optaste por dejar a tu pareja – Saludo en cuanto escucho esa voz tan conocida al otro lado del teléfono.
– Amelia: ¡¡Oh!! Sí. Bueno esto es complicado – Se oyen risas de fondo.
– Yo: ¡Ay, Amelia! Por favor no me digas a que volviste a regresar con ella –me quedo callada esperando una respuesta que sé no llegará – ay nena ni como ayudarte.
– Amelia: Y a ti quién te dijo que necesito tu ayuda, total es mi vida, no??? y tú no eres nadie para juzgarme o ya se te olvidó cuando regresa…
– Yo: Por nuestra amistad de mucho tiempo, y por que te aprecio te lo voy a decir una sola vez – la interrumpo de forma brusca – sí, tienes razón yo regresé con él no una, varias veces pero la diferencia entre tu caso y el mío es sencillo.
Primero: Yo no divulgué cuando nos separamos, no anduve diciéndole a todo el mundo que ya lo había dejado.
Segundo: Yo no fui insultada ni difamada, ni sufría vejaciones de ningún tipo y
Tercera: pero no menos importante yo jamás acepté ni permití que me causara problemas en mi casa para luego perdonarlo y seguir como si nada hubiera pasado.
Amelia, sé que te duele y te dije que te iba a doler; incluso veme a mí después de ya varios años, a veces me encuentro recordándolo y sin saberlo las lágrimas corren por mis mejillas, te lo dije el sentimiento no se va. Sé que la amas, y que con ella aprendiste muchas cosas y pasaste cosas divinas pero por favor, el amor que sientes por ella, vale más de lo que sientes por ti. No me respondas, piensa realmente lo que te pregunté y analízalo.
– Amelia: Es que para ti es fácil, tú eres fuerte, a ti sus besos no te derriten, su aroma no te confunde, me dijo que iba a cambiar, que me ama y estar con ella en la cama es entrega, es pasión, es deseo… Es todo, la amo y no quiero alejarme de ella.
– Yo: Amelia, querida. Conozco cada una de esas sensaciones y por lo mismo de que dices que soy una persona fuerte, ese hombre conocía mi debilidad mi falta de fuerza, sabía que cuando lo sentía cerca mis piernas temblaban, que mis brazos se emocionaban por abrazarlo, que mis ojos brillaban con decir o escuchar su nombre, que mi corazón se enloquecía cuando sabía que lo iba a ver, que en mi estómago había fiesta con cada llamada y mensaje. Conozco a la perfección eso que dices, sé que su cuerpo en el mío, era entrega, pasión, deseo, esperanza y todas las cualidades que quieras ponerle, sé lo que es hacer el amor, sé lo que es desear despertar y ver su rostro en paz y tranquilo y sentirte segura entre sus brazos. Lo sé, lo he sentido y por lo mismo puedo decirte que eso nunca lo vas a olvidar. Te dijo que iba a cambiar, cuánto va a durar su cambio… hace poco leí algo muy cierto, no cambian solo se tardan más en hacer sus pendejadas.
– Amelia: Y ¿qué hago? Si estas viendo que no puedo dejarla, no quiero dejarla. –empezó a decir entre sollozos.
– Yo: Querida te entiendo, si no quieres dejarla está bien, estás en todo tu derecho de ser feliz con la persona que amas, solo recuerda porqué la dejaste una primera vez y pregúntate, ¿estarías dispuesta a volver a sufrirlo?, y tu familia qué opina, me queda claro que es tu relación pero tu familia ha demostrado que te quiere y apoya, qué va a pasar si regresas a lo mismo, si insistes en hacerte daño.
– Amelia: Pero no me hago daño, ella me cuida, me apapacha, me acurruca para dormir, me abraza, me hace el amor y todo es recíproco, yo hago lo mismo con ella.
– Yo: ¡Ay Amelia! – pronunció su nombre en un suspiro- si quieres seguir frecuentándola hazlo, pero hazlo con pasos de ciego, recuerda un paso a la vez, si quieres sentir su ser con el tuyo, disfrútalo cuando hacen el amor, eso no está mal. Lo malo es que creas ciegamente en alguien que ya te lastimó y que lo puede volver a hacer, dale tiempo al tiempo y como amiga te sugiero que te alejes, como tú puedas hacerlo a tu ritmo pero no por un paso que des, retrocedas 4.
– Amelia: Pero las parejas deben de solucionar sus problemas, por eso son pareja.
– Yo: Claro, soluciona los insultos, las vejaciones, y esperemos que no llegue a golpearte, por que si lo hace, tú sabes cuántos que sí te quieren van a querer ir a golpearla y romperle la cara… y qué vas a hacer el día en que ya no puedas solucionarlo, pero te da flores para que la perdones, ¿no? Ese día querida solo serás digna de lástima, porque cuando pudiste salir corriendo no lo hiciste.
Amelia se quedó callada, solo se escuchaba su respiración.
– Yo: Amelia, no te ha puesto la mano encima, ¿verdad?
– Amelia: No, una vez borracha solo me empujó, pero nada más –admitió avergonzada.
– Yo: ¿Qué necesitas? ¿Qué esperas?
– Amelia: Me dijo que va a cambiar
– Yo: Amelia, eres mi amiga y solo me queda decirte una cosa y preguntarte otra, ¿me permites?.
– Amelia: Claro, Lili.
– Yo: La próxima vez que la dejes, espero tengas la fuerza para mantener tu palabra, si no la vas a sostener, no vengas a decirnos lo que te hizo y afronta las consecuencias sola, porque cuando vengas a quejarte de los malos tratos solo vas a provocar que la odiemos y nos encabronemos contigo, sí contigo por pendeja y permitirlo y solo por que te ponen ojos del gato con botas y te regalan rosas perdonas. Recuerda, si la vuelves a dejar, que creéme va a pasar, no digas todo el mal que te hizo, si piensas perdonarla.
Amelia guardó silencio un momento para solo decir: ¿y la pregunta?.
– Yo: ¿Acaso la amas más de lo que te amas a ti?. No respondas, solo piensa tu respuesta y fíjate si va con tus actos.
–Amelia: Gracias lo consideraré.
– Yo: Amelia, amar no es sufrir. Pero bueno te dejo, ya no tengo nada que decirte y en serio sobre todo conmigo no vengas a quejarte, sobre advertencia no hay engaño. Te quiero pero no me pidas que acepte ver como te dañas tu sola.
Amelia ya no contestó, solo sabía que estaba ahí por su respiración. Continué hablando…
– Yo: Eres mi amiga y una gran persona, lástima que no lo veas. Cuídate y sé fuerte. Byes. – Sin esperar respuesta colgué el teléfono.
Ya sentada en la sala con mi libro entre las piernas, me llegó un pensamiento que se convirtió en reflexión:
Y pensar que mucho tiempo yo valoré más a un hombre que a mí, que me puse de tapete solo para que me besara y me dijera cuanto me ama, a cuantas nos pasará lo mismo, cuantas perderemos la dignidad y el amor propio por un ser que dice “amarnos”, cuántas de nosotras somos capaces de soportar problemas y de amargarnos la vida por una alegría momentánea… y por qué no a ellos también les pasará… ¿¿??
Qué curioso; él que dijo que el amor era sufrimiento, de seguro nunca amó o no fue correspondido, pobre no fue amado.
En esos pensamientos se me fue la tarde… hasta que mi libro volvió a reclamar mi atención.