El caos es hermoso, el pecado una delicia, lo prohibido lo mejor, él lo sabía muy bien, ya lo ha probado antes, lo ha disfrutado, se ha convertido en un adorador de estos placeres, un seguidor de ellos, se ha extasiado, se ha ahogado en ellos, ha traicionado, ha mentido, ha robado para poder gozar de ellos, se hundió en el excremento para buscarlos ahí donde se encuentran, a donde sus acciones lo han llevado. Ha entrado y salido de ese mundo, cada salida es más difícil y cada entrada, cada regreso es más fácil.
Afuera del pozo de la podredumbre él lo tiene todo, fortuna, fama, familia, amigos, tiene valores y tiene amor, la tiene a ella, ella con quien lo tiene todo.
Hoy como nunca tiene miedo, miedo de quedar atrapado entre la miseria, probablemente ya está asqueado del hedor del engaño y la mentira, de la traición. Él despide ese olor, algunos nunca lo han notado, otros apenas lo empiezan a percibir, es inevitable ocultar el olor de la inmundicia. Quiere lavarse a como dé lugar.
Hay una salida muy fácil, él lo sabe, sabe cómo salir pero esta tan en el fondo del pozo que le parece tan difícil, tan lejana. Tiene la sabiduría para lograrlo, tiene la motivación necesaria para hacerlo, ese combustible necesario para escapar, para volar. Ella.
Una y otra y otra vez más la perdición manda un mensaje, llama por teléfono, muestra sus encantos, tan fácil que es caer, tan lindo que es gozar en los deshechos grotescos de la moral, es excitante recordar todo lo hecho, surge una pequeña chispa que puede encender un infierno en el interior que va a acabar con todos los esfuerzos por luchar en contra del encanto.
Y disfruta tanto la forma en que el pecado lo atrapa, es un buen goce, pero las consecuencias no lo valen, no se puede comparar lo que podría perder por un poco de placer, pero a él le gusta jugar a ser superior, a ocultarse en las sombras a desaparecer, no ha dejado nunca un rastro, sólo una vez parecía que el teatro montado podía derrumbarse pero se aferró, fue fuerte, se escabulló del cazador y logro salir, no ileso, cuando haces malabares con tu propia vida no puedes salir ileso.
Busca la manera de deshacerse del hedor, los que lo perciben están seguros de su inteligencia y de que sabe y puede salir, pero le gusta jugar, todos lo saben. Al final de cada sesión de podredumbre no hay placer, solo vergüenza, sufrimiento y decepción que le dan un poco de energía para intentar salir, pero al final la historia parecer repetirse.
Por: Josué González
Twitter: @joss_gonzalez