Éste es uno de esos días en los que no se sabe qué esperar. Hay emoción, incertidumbre, nerviosismo, reflexión y hasta un poco de miedo. Así son los cumpleaños. Algunas personas prefieren que esos días pasen desapercibidos, todo normal. Otros hacen la gran celebración, el festejo del siglo. Y hay quienes están a la expectativa de lo que cada año traiga el destino.
Es emocionante pensar en las sorpresas que puede entregarnos ese día, es inquietante y divertido imaginar si habrá buenos momentos o si querremos enterrarlos en la memoria, y es un poco aterrador pensar en el paso del tiempo. A veces sólo asusta el cumplir más años, a veces lo que da miedo es saber que no hay vuelta atrás, que no hay pausas ni slowmotion, vamos hacia adelante sin parar; sin poder evitar enfrentarnos a todo lo que vendrá.
Lo importante, al menos desde mi perspectiva, no es cuántos regalos se reciben ni qué tan grande es la fiesta; lo estelar del día es cosechar todo lo que se sembró durante el último año. Creo que es aquí donde entra la reflexión, cuando te llenas de felicitaciones, de llamadas y encuentros con las personas que te valoran lo suficiente como para recordar que ése es tu día especial.
Finalmente, un año más de vida es sinónimo de 365 días de una variedad impresionante de experiencias; gracias a las cuales, se puede aprender un poco más y madurar paso a paso. Tan sólo imaginen la cantidad de veces que sonrieron en las últimas 365 fechas, ¿cuántas veces lloraron?, ¿cuántas veces rieron, a cuántas nuevas personas conocieron? Hagan memoria y piensen en todos los problemas que tuvieron que enfrentar y cuántos pudieron resolver.
Nadie llega hasta donde se encuentra por obra de magia; todas y cada una de las acciones y decisiones que se toman son la razón de lugar en el que cada quien se puede parar. Las personas que llegan o salen de nuestra vida y la huella que dejan en nosotros son también el producto de nuestro esfuerzo y el resultado de lo que nosotros significamos para los demás.
Quizá un cumpleaños, más que marcar el comienzo de otro año de existencia, marca el fin de un ciclo, con el cual podremos sacar nuestra balanza y meditar si ha valido la pena o si nos vamos a esperar hasta el siguiente verano para vivir en serio. Porque cuando eso se hace, no importa si sale bien o nos equivocamos; “lo bailado y lo cantado, nadie nos lo quita.”