En la obscuridad del alma…
Llega a casa, se baña el olor a hotel, el olor a otra piel. Desnuda su conciencia, mientras cae rendida en la cama. Los ojos y los pensamientos están pegados a las betas que recorren el techo, respira profundo en pausas, entonces el cuerpo se le adormece lento, lento, lento… quiere escuchar las palabras del latido sereno de su corazón. Sin culpa ¿qué si, no hay culpa? Aunque aborrece los actos viles del hombre, malditos actos bajos. Le parecen abominables pero, aun así, no hay culpa. Tiene una extraña sensación cuando se dibuja en su pensamiento, el recuerdo del cosquilleo entre sus piernas bebiendo de ellas, el cuadro engañoso no salvará su vida. Se incorpora frente al espejo, está desnuda y esboza una sonrisa, recuerda como fue delineado su cuerpo esa noche; ahora lo guarda en el baúl de un sueño. Toma sus ropas y viste el fin de semana de olvido.
Ale Olson