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Sobre la política cultural…

 

Al principio de la semana se hizo pública la intención del gobierno federal de recortar el presupuesto de cultura para el próximo año.

El recorte que se plantea supera los 4 mil millones de pesos y afectará principalmente al INBA, a los apoyos para el cine (Estudios Churubusco, CCC, IMCINE), las ciudades patrimonio de la humanidad, las librerías EDUCAL, Canal 22, Radio educación entre otro más.

Comentaba con amigos cercanos a inicios de este sexenio que el regreso de Rafael Tovar y de Teresa al CONACULTA era la señal del retroceso que se avecinaba en el ámbito cultural del país.

La figura de Tovar y de Teresa me transporta a los sexenios de Salinas y de Zedillo, donde el arte y la difusión cultural se manejaban como un asunto de elite, donde los emergentes eran menospreciados y los creadores políticamente comprometidos excluidos. El arte visto como un artículo de lujo, una mercancía que sólo es accesible a quien la compra, el trabajo creativo visto como mano de obra para la producción, consumible, exportable y disfrutable sólo en eventos de socialité.

Pero el golpe de realidad, el presente, me da otra lectura: la promoción y difusión cultura le cuesta al estado, el arte libera y la gente comienza a pensar, creadores y espectadores, cuestionan, se informan.

El arte es formativo, el arte es expresión, y muchos, muchos artistas se manifiestan a través de su obra, en ocasiones patrocinados incluso por el estado, pero como el retroceso es evidente, el “no pago para que me peguen” de José López Portillo está más vigente que nunca (mención aparte merecen el tratamiento que el gobierno de Peña hace a la prensa, que es de donde surge la frase, pero me permito la analogía como una licencia al escribir).

Existe un evidente desprecio del gobierno de Peña por todo aquello que genere reflexión, que edifique el intelecto, la mal llamada “reforma educativa”, es otra muestra de ello. Un pueblo con una educación deficiente, con un acceso limitado a las artes, un pueblo que pierde cada vez más su identidad cultural es un pueblo que no reflexiona, que no se indigna, que no se manifiesta y no lucha por sus derechos y eso, es a final de cuentas lo que quieren, por eso golpear a los maestros organizados, por eso debilitar la estructura de promoción cultural.

Pero ¿Qué nos extraña que se desatienda la cultura, o la educación si este gobierno pasa por alto cuestiones urgentes como la insuficiencia alimentaria del país y el desequilibrio ecológico?

Por eso el estado tiene en las televisoras su mejor aliado; su mejor arma: la evasión de la realidad, programación basura para “entretener a las masas” y desviar la atención de los asuntos trascendentales.

Agradezco al monero Rapé por permitirme usar su cartón en esta columna.

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