Estaba escuchando mis playlists de siempre, cuando decidí sincronizar mi teléfono, así que mientras esto sucedía, abrí otro programa para escuchar mis canciones, esta vez, eran las de mi computadora; al no tener mi música ordenada por listas ahí, puse el reproductor en modo aleatorio, la música empezó a sonar y entonces, fue ahí cuando sucedió…
Melodías que hacía años no escuchaba, guardadas ahí por tantos días, meses, años, sin embargo cuando sonaron sus primeras notas, mi corazón se estremeció de la misma forma que lo hacía años atrás cuando las guardé ahí. De pronto fue como abrir un cajón de recuerdos intactos esperando verme otra vez.
No tardó en brotar la primera lágrima desencadenando con ella lo último que hubiera podido quedar atrapado en ese espacio recóndito de mi mente, viejos sueños volvieron a mí, ilusiones antiguas acordes al momento que en aquel entonces yo vivía; también llegó a mí la emoción y la euforia con otras canciones a las cuales amarré esos sentimientos, pero lo que no dejaba de sorprenderme era la nitidez de mis emociones, como si aún estuviera en ese día, en ese momento de mi vida, como si el tiempo no hubiera pasado, o mejor dicho como si yo hubiera dado un brinco en tiempo y espacio a esos dulces momentos de mi vida.
Y entonces caí en la cuenta que con frecuencia actuamos así en muchos aspectos de nuestra vida, de toda la gama de sensaciones que hay en la vida, en nuestra vida, solemos quedarnos con un número muy limitado de ellas, pasando con ello, la mayor parte de nuestro tiempo, y entonces caemos en la rutina.
Rutina para la diversión, para el amor, trabajo, música, ¡para todo!
¿Qué estamos haciendo? Desperdiciando, sí, desperdiciando momentos maravillosos con tantas experiencias ya sean nuevas o conocidas por la mera comodidad de instalarnos en la rutina y hacer lo que se nos hace más fácil.
Pero si yo no creo que estemos aquí para vivir cómodamente, ¡estamos aquí para vivir! Para explorar qué es lo que puede sentir nuestro cuerpo, cuánta felicidad podemos hallar por nuestra propia cuenta, cuánto dolor podemos soportar por lo que amamos, cuántas cosquillitas emocionales e intelectuales podemos provocarnos, como una vez lo platicamos ( Y a tí, ¿Qué te mueve? )
Quitémosle esos adjetivos a la vida, que no los necesita pues por sí misma es una maravilla, con sus altas y sus bajas, finalmente así se consigue el equilibrio, unas veces de un lado y otras veces del otro. ¿O no, querido lector?
A partir de hoy, usen su ropa que está arrumbada al fondo del armario, abran sus cajones y revivan momentos y sensaciones con todo lo que encuentren ahí, miren sus fotografías y/o videos caseros de hace mucho tiempo, y escuchen su música, TODA su música; cambien de restaurante y de lugar de paseo. Dénle una inyección de renovación a sus opciones, pues en esta vida todo se reduce a eso, a veces el mundo se nos hace pequeño porque olvidamos mirar más allá de nuestra nariz, olvidamos que tenemos la opción y capacidad de hacerlo tan bello como nosotros mismos queramos.
Ojalá y si alguno se anima a hacerlo, lo comparta para disfrutarlo aquí.
Excelente lunes y hasta la próxima.
Cuanta razón, creo que hoy mas que nunca me identifico con esa rutina en la que es tan fácil caer. Pero claro es necesario darle a la vida nuevas oportunidades para sentir nuevas emociones.
Linda reflexión. Acabo de hacer lo mismo y es volver a vivir con la misma emoción! La música es como una máquina en el tiempo. Gracias por recordármelo.
Me da mucho gusto que lo hayas hecho Lety, ¿qué tal los recuerdos? como caballos desbocados, ¿verdad? Te envío un fuerte abrazo y gracias por leer.