En la sexta temporada de Mad Men, son finales de los 60 y los tiempos están cambiando. Y uno de los aspectos más interesantes de Mad Men es cómo evoluciona cada temporada para exponer la era que está representando. Para esta entrega, se trata de la guerra de Vietnam, disturbios y agitación social dramática, y esto se refleja en las turbulentas vidas de los personajes.
En la agencia de publicidad, hay ropa nueva y nuevas actitudes, como una generación más joven y muy diferente que está tomando el control.
¿De qué trata Mad Men?
De acuerdo a su sinopsis oficial, Mad Men representa partes de la sociedad estadounidense de la década de 1960, y sus notorios problemas como el tabaquismo, el alcoholismo, el sexismo, la represión del feminismo, el adulterio, la homofobia, el antisemitismo y el racismo a través de las historias que se sucintan (dentro y fuera) de una agencia publicitaria de Nueva York, siendo Don Draper el hilo conductor. Los temas de alienación, movilidad social y crueldad marcan la pauta del espectáculo.
Además las historias y los conflictos están retratados de una forma que consiguen sentirse muy contemporáneos y, por lo tanto, es más fácil de conectar con las situaciones que atraviesan los personajes.
Esta temporada gravita en torno a Don Draper y su oscuro descenso. Don siempre ha sido un personaje fascinante, a partes iguales autodestructivo e ingenioso, y en esta temporada observamos de cerca cómo funciona su mente. El viejo Don y lo que había representado hasta ahora se está desmoronando, y nuestra simpatía por su personaje (al menos la mía) a veces es llevada al límite.
Esta temporada también se destaca porque hay mucho humor negro en esta temporada, y pasamos mucho tiempo viendo a nuestros personajes favoritos como Peggy, Joan, Peter y Sterling tratando de encontrar su lugar en este mundo que cambia rápidamente a través de situaciones incomodas.
Los episodios que siguen a la hija de Don, Sally, son algunos de los mejores: ahora es una adolescente que ya no se enamora de las mentiras de su padre y que empieza a ver el mundo a través de sus propios ojos. Imagina ser adolescente en plena década de los sesenta.
El viaje en espiral de Don Draper
La sexta temporada es un viaje para aprender más sobre Don (Jon Hamm). Su narrativa circular se centra en su presente, perturbado una vez más (ya no es feliz con Megan), y en su pasado (ya en la adolescencia) que da respuestas a esa constante desdicha que encierra al personaje.
Tal parece que si no hay infelicidad no hay Don Draper y los años de gloria en su nuevo matrimonio se han ido. Efectivamente, Megan, una aspirante a actriz, comienza a afirmar su independencia, haciendo que Don se sienta desplazado y con derecho a volver a su antiguo estilo de vida (repleto de alcohol e infidelidades). Además de todo eso, Don está avanzando hacia la mediana edad, lo que suma a su característica desdicha pensamientos aun más fatídicos como el de su propia muerte, cada vez es más difíciles de ignorar.
Con todo esto, cuando llega el final de temporada queda una sensación de que el personaje de Don Draper ha tocado fondo y personalmente muero por ver que le depara en la última temporada de la serie.
La evolución de los otros…
Mientras que el descenso de Don es el plato principal de esta oportunidad, la evolución de algunos personajes secundarios son los aperitivos más suculentos.
Betty Francis (January Jones) que siempre ha ocultado su vanidad y egoísmo con una fachada de ama de casa impecable, en esta temporada se destaca por (intentar) ser la madre que sus hijos necesitan, especialmente Sally.
Una buena parte de la historia gira en torno a Roger Sterling, quien, sorprendentemente, se ha convertido en uno de los personajes más interesantes de la serie a medida que avanza la historia. Quien fue un mujeriego empedernido encerrado en el pasado, es ahora un señor que debate sobre el significado de la vida. En sus terapias psicológicas, Roger ofrece monólogos que van desde la filosofía hasta la desesperación. Y es una delicia, como siempre, ver a John Slattery en la piel de Roger.
Otros personajes como Peggy (Elisabeth Moss) y Joan (Christina Handricks) parecen, finalmente, comprender el peso del potencial que tienen para ofrecer profesionalmente y somos testigos de como su empoderamiento trasciende y llega a la cúspide; muy a pesar de que sus vidas privadas se tambalean.
La historia de Peter Campbell, sin embargo, es la más intensa; el personaje se ve envuelto en situaciones que ponen en riesgo su vida sentimental, familiar y profesional y en cómo debe evitar a toda costa mantener en pie cada uno de estos aspectos, sacando a relucir lo mejor y lo peor de un personaje que no deja de sorprender.
La temporada comienza lentamente, pero a mitad de camino está produciendo episodios notables y experimentales dignos de los mejores momentos de Mad Men, muchos de los episodios son memorables.
Mad Men es, con mucho, uno de los espectáculos más cautivadores y reflexivos que he visto: esta temporada, en particular, está cargada de interesantes simbolismos y alusiones que revelan sutilezas de este período. Con solo una temporada antes de que termine, será dificil decir ‘adiós’ a una serie tan maravillosa como esta.