Las mariposas.

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 A José Luis Zarate.

Sonia corría por el pasillo…

–          ¡Hermano, hermano! No corras tras rápido, yo estoy chiquita, no puedo alcanzarte…

–          ¡Corre Sonia! ¡Corre! Ya no estás tan pequeña puedes alcanzarme…  – Carlos seguía corriendo, sin detenerse, sin esperar a su hermanita, con la impaciencia de sus siete años no quería perder detalle de lo que estaba pasando… – ¡Corre Sonia! Ya están saliendo, las he cuidado todo el día… ¡Corre Sonia! ¡Tú querías verlas!-

Las orugas eran muy feas, a Sonia no le gustaban, pero Carlos con paciencia le explicó a su hermana menor que esos gusanos feos, se convertían en mariposas. Sonia dudaba; como sólo una niña de 5 años puede hacerlo, dudaba esperando que la puedan convencer, esperando en el fondo ser convencida que las cosas maravillosas pueden ocurrir.

Carlos le dijo que en cuestión de días ella lo vería, que él las vigilaría, le prometió con el dedo meñique que él le avisaría cuando las orugas se convirtieran en mariposas. Y ustedes saben que entre hermano y hermana, no hay promesa más solemne que la que se hace con el dedo meñique.

Carlos montó guardia en el jardín a partir de ese momento y vigiló a las orugas después de la escuela. Cuando se formaron las primeras crisálidas muy emocionado corrió por su hermana, y la llevó para mostrarle.

–          Mira hermana, las orugas ya no son gusanos feos, ahora son crisálidas… En estás bolsitas que cuelgan de las ramas se transforman en mariposas, eso nos explicó la maestra, ya falta muy poco para que veas las mariposas. Ya las verás hermana… –

Sonia no creía que esas bolsitas guardaran mariposas, “ahí no caben sus alas” pensaba. Su hermano quería jugarle una broma como siempre, las mariposas no son gusanos, los gusanos se arrastran, las mariposas vuelan. Será mejor no creerle mucho a Carlos, hasta no ver las mariposas salir de las bolsitas.

Ese sábado Carlos vigilaba el jardín, impaciente, quería ver surgir las mariposas, pero más urgentes fueron sus ganas de ir al baño, corrió al baño de visitas, desde la ventana se podía ver el limonero donde las pupas reposaban. Y mientras descargaba su vejiga, alcanzó a ver revoloteando una mariposa amarilla alrededor del árbol.

¡Esa debía ser la señal! El momento había llegado. Apresuro lo que hacía y corrió dando gritos a su hermanita para que viera surgir a las mariposas por fin. La animaba a que corriera a toda prisa: ¡Corre Sonia! ¡Corre!

Ya al pie del árbol observaban los hermanos como las mariposas emergía de su letargo. A Sonia los ojitos le brillaban, Carlos no mintió, las mariposas salen de esas bolsitas, sólo que sus alas están en un principio como mojadas y pegadas a su cuerpecito. Carlos estaba maravillado ¡lo que decían en la escuela lo podía comprobar!

Los niños estaban felices, absortos contemplando lo que ocurría. Sonia veía a su hermano como un gran científico, como alguien que comprendía la naturaleza. ¡Qué inteligente es Carlos! ¡Por eso el es mi hermano mayor! ¡El me muestra al mundo como es! Y Carlos era feliz viendo la sonrisa de su hermana.

No notaron como ese maravilloso día soleado comenzó a obscurecerse, no escucharon los gritos de alarma de sus vecinos. Las mariposas eran tan bellas, no debías distraerte de su contemplación. Sólo cuando la nave se posó justo sobre el árbol, Carlos notó que algo estaba mal, Carlos recordó que los mayores hablaron de una invasión de seres de otro planeta. Carlos sintió temor, y se echó a correr tan rápido como pudo de regreso a su casa.

En su carrera gritaba ¡Corre Sonia! ¡Corre!, mientras las lágrimas se le escapaban. Pero Sonia era muy pequeña, a pesar de escuchar a su hermano, a pesar de correr tras él tan rápido como le era posible, fue alcanzada por el rayo que había sido disparado desde la nave y nunca más supieron de ella.

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