Fray Bernardino

Es solo una historia de alguien que no pudo ser paciente.

-San Bernadido, buenas noches – Lo primero que oí al terminar el timbre de marcación

-Buenas noches señorita, no sé si estoy llamando al lugar correcto, necesito saber si usted o alguien me puede informar sobre que hacer con una persona deprimida que quiere suicidarse

-Permítame señorita la comunico al área adecuada

-Sí, claro no se preocupe – suena el tono de marcación y enseguida contestan -Atención a emergencias en qué le puedo ayudar

-Me quiero morir y me gustaría saber si me puede internar o necesito llegar al extremo de cortarme las venas para que me hagan caso- pregunto con calma.

-Señorita, pero usted se oye muy bien, ¿dónde se encuentra? – Preguntan alarmados

-En mi casa, claro que estoy tranquila acaso no se supone que para eso recetan el clonazepan, para tranquilizarse y supongo que después de una botellita completa es obvio que estaré calmada.- Respondo sin inmutarme y con la respiración entre cortada

-Dígame su dirección le mandaremos una ambulancia inmediatamente – Lo dice intentando sonar calmada, como si quisiera o intentara tranquilizarme acaso no sabe que no puedo estar mas calmada.

-Vivo en Wollaton Hall 2AE esquina con Deer Park en Nottingham, bueno señorita iré a dormir aquí los espero – respondo con calma

-No señorita no se duerma, quédese conmigo ¿está alguien con usted?

-No señorita – bostezo- estoy sola y estoy un poco cansada

-Señorita no se duerma, si se duerme quién abre la puerta -Intenta mantenerme despierta-

-Si toca el timbre, el mayordomo le abre – Contesté

-Entonces no está sola – Me pregunta

-Sí señorita estoy en mi habitación, el mayordomo está en el piso de abajo, muy ocupado mi madre va a recibir a su marido en la noche y el mayordomo está ocupado y tiene a todos los sirvientes trabajando

-Vaya con su madre o los sirvientes…

-No – interrumpo – acaso no ve que están ocupados, recibir al marido de mi madre siempre es un gran acontecimiento aunque sabemos que dentro de dos años se volverá a ir, cuando llegue la ambulancia que sea con la sirena apagada y pregunte por mi habitación, no molesten a mi madre, que hablen con el mayordomo – contesto sin mayor interés

–  Y por quién preguntamos -me dice en un intento por mantener la conversación

–  Por Mesalina Ludlow -contesto avergonzada de mi nombre y mi comportamiento, pensando como puede ser que la hija de la gran doctora se suicide y que su madre ni si quiera lo note.

–  Señorita Ludlow, la ambulancia va en camino, usted no se quiere morir, si no para qué habla, para qué nos avisa, para qué pide ayuda – pregunta consternada

–  Ay señorita, claro que quiero morir, estoy harta amo a un hombre que no debo de amar, por que es sacerdote, en mi casa soy un parásito que ni estudia ni nada, aún siendo hija única mi madre prefiere al macho sobre mí, mi nana murió hace más de 10 años y me quedé sola, mi madre es una gran persona y magnifica doctora pero no acepta nada menor a la perfección a menos que sea hombre, si eres hombre puedes ser un pobre pendejo y ella se pondrá de tapete, ya ve debí de nacer hombre – bostezo- pero luego pensé si me muero qué van a decir de mi madre… y entonces el desacreditamiento será enorme, la gran Doctora psiquiátrica Sara Plata no hizo nada para ayudar a su hija y pensé en eso ya cuando la botella se había vaciado y se me ocurrió que llegaran y me internen, entonces la historia sería otra la gran doctora al ver sus limitaciones con su propia hija le buscó ayuda profesional, me entiende, ¿verdad?

–  Señorita, como puede decir eso – preguntó asombrada.

–  Es fácil, lo piensas, lo dices, lo sostienes ahora piense si yo muero en el psiquiátrico mi madre se lava las manos y vive feliz con su familia de mentira, solo le falta el perro – silencio no puedo mas me ganó el sueño

–  Señorita Ludlow, sigue ahí?? – pregunta con insistencia – Responda Señorita Ludlow, Mesalina – me grita al teléfono.

Pero ya no estoy, siento como mi cuerpo me abandona, oigo como tocan la puerta, el mayordomo completamente abre, dos personas con traje azul preguntan por mí y el mayordomo los guía a mi habitación suben las escaleras rápido ellos saben que mi vida deja mi cuerpo, nadie más lo nota ni lo sabe.

Entran a mi habitación me ven acostada como dormida con el teléfono en la mano, como muchas otras veces me encontró el mayordomo.

-Solo esta dormida, de seguro sigue molesta por que la señora decidió regresar con el señor, pero vámonos déjenla dormir – pide el mayordomo amablemente, al fin cumple con su trabajo

-Lo sentimos señor pero es nuestra obligación revisar signos vitales – le contesta, el doctor o paramédico ni idea de que sean de seguro mi madre si lo sabe identificar

-Alberto, dile a Mesalina que se levante, ya no tarda en llegar su papá – grita mi madre desde el pie de la escalera

-Tiene el pulso muy débil, casi no respira, necesitamos entubarla – dice uno de los paramédicos

-Le diré a la señora – dice Alberto mientras sale corriendo, como si a mi madre le importara.

-Señora, señora es la niña no reacciona – grita Alberto

–  Como que no reacciona, qué hace esa ambulancia afuera de mi casa – pregunta mi madre está como en shock – Mesalina -grita y sube corriendo para ver como los paramédicos me llevan a la ambulancia – Mesalina despierta – ordena mi madre

–  Al parecer se tomó estos dos frasquitos – Alberto le da a mi madre dos botellitas

–  Clonazepan -lee mi madre en la etiqueta- de donde los  sacó, por qué lo hizo, Mesalina -suspira mi madre.

Es triste verla así, pero yo sé que lo superará como todo en esta vida. Los paramédicos me entuban, hacen todo en cuanto está en sus manos, pero ya no abro los ojos, dejé mi cuerpo hace mucho tiempo, lo suficiente para saber como va a terminar esto y que no hay luz al final del túnel o por lo menos para mí.

-Señora lo sentimos, hicimos todo lo que pudimos – le dicen los paramédicos a mi madre, quien no tiene palabras y solo lágrimas corren por su cara.

Alberto da la orden de que me regresen a mi habitación y me cierren las heridas, que den la orden de defunción y sólo molesta a mi madre para firmas y dinero, se ve desolada perdió color y su carita se ve marcada por la tristeza, se van los paramédicos y mi madre se queda sentada en la sala ni siquiera ahora quieres estar en mi habitación que es un desorden.

-Mami ya llegué – grita su corriente marido

-La señora está en la sala – le dice el mayordomo a su marido

Todo está obscuro, nadie sonríe, Alberto esta triste, creo que él si me va a extrañar, mi madre esta sentada en silencio con los ojos abiertos y la cara roja, supongo que se ve así de tanto llorar.

-Oscar – dice mi madre con un hilo de voz

-Qué pasa Sara, qué tienes – pregunta con genuina preocupación

-Es Mesalina – responde mi madre entre sollozos

-Ah! ahora qué hizo tu queridísima hija – lo dice en tono burlón, casi ofensivo como siempre que habla o se dirige a mí.

Mi madre levanta la mirada, para reprocharle su tono, un tono que nunca le molestó por más que a mí me fastidiaba decía que son ideas mías, al fin lo notas madre??

-Mi hija, tu hija se suicidó – rompe mi madre a llorar

Su marido no se la cree, finge estar triste pero en el fondo está feliz, como lo sé simple ese maldito brillo lo delata, es el mismo que vi cuando un día, antes de mudarnos tuve que bajar la ropa de la azotea y el muy infeliz entre regaños me dijo y por qué ya que estas aquí no te tiras de la azotea la ropa vale más que tu vida, si ese maldito brillo sigue ahí pero yo soy la única que lo ve o veía, al muy bastardo hasta las lágrimas le salen, espero que ahora que ya no estoy no tenga impedimento para tratar bien a mi madre.

-Y tú estás bien? – le pregunta con interés o eso quiero creer

-Mi hija, mi única hija se quitó la vida en mi casa y yo no me di cuenta, me dijo yo no voy a volver a pagar por tus decisiones, ni tus errores y ve no lo va a hacer, es mi hija Oscar y no supe ayudarla, no quiso que la ayudara, siempre tan maldita hermética que no se deja ayudar y lo solucionó, apenas ayer me dijo espero que tu marido de mentiritas te de una vida real yo no me interpondré – termina susurrando – y le dije sí haz lo que quieras, mi casa, mis reglas y si yo quiero que regrese, regresa y si no te parece ya sabes que hacer, si Oscar así le dije, eso le dije y hoy ni siquiera hablamos, seguía molesta y no salió de su cuarto en todo el día y yo, yo no quise ni pasar a verla – solloza mi madre, ya no sé si tiene lagrimas o solo es el dolor mismo lo que escucho. Su marido la abraza y le dice, vamos a estar bien, no te preocupes estaremos bien.

Yo sigo en mi cuarto durmiendo, descansando… esperando que alguien me entierre y lea mi historia, a lado de la cama mi computadora con un pos-it que dice PANTHERA, cuánto tiempo se tardarán en descubrir que es la contraseña universal, no lo sé o si estás leyendo esto es que ya lo descubrieron.

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2 Comments

  1. Esta vez sí me gustó, en serio, parece que sólo las penas te puedan arrancar las palabras. Te beso y te abrazo a distancia y mentiría si dijera que siempre contarás conmigo, porque yo preparé el clonazepan.

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