Escritor contra reloj.

Conocí a un articulista que siempre escribía sus columnas sólo un par de horas antes de que la revista en la que publicaba cerrara la edición. Puntualmente la enviaba al corrector quien mecánicamente profería una queja por ser siempre el último en entregar sus textos, sin embargo, la calidad de sus notas pasaban sin más a la prensa, sin correcciones ni cambios.

Alguna vez supe de un escritor que se puso de moda en Estados Unidos, que vivía en pugna constante con su editor, pues siempre que este le pedía adelanto de la novela que debería entregar, el escritor se iba por la tangente pues no había escrito realmente nada.

Pasaban los días y la fecha de entrega del “manuscrito” a la editorial se acercaba más, el editor enfurecía, gritaba y maldecía al autor… le exigía al menos un adelanto de lo que presentaría a la editorial, pero este escritor tranquilamente encendía un cigarrillo y le decía con descaro al furibundo editor que aún no tenía ni idea de cómo se titularía esa nueva novela.

Este escritor del que hablamos tuvo una larga carrera como novelista y publicaba un libro al año, gozó de mucha popularidad entre sus lectores algunas décadas atrás. Dicen las personas más allegadas al autor que este nunca escribía nada antes de que faltaran seis días para entregar la obra a la editorial. Siempre seis días antes; sólo entonces comenzaba a escribir, siempre con un cigarro entre los labios y café. Pasaba 4 días enteros sin comer ni dormir, sólo escribiendo, haciendo breves pausas para encender un cigarrillo o servirse una taza más de café. Escribía frenéticamente, y rara vez hacía correcciones sobre su texto mecanografiado. Puntualmente tardaba cuatro días enteros en escribir una novela de doscientas páginas en promedio mecanografiadas. Después de terminar el manuscrito lo entregaba a un asistente que preparaba las formalidades que la editorial requería para la entrega del material y él dormía el día entero.

Nadie sabe ciencia cierta a que obedecía este comportamiento, lo cierto es durante más de 10 años este escritor estuvo vigente en las librerías, su editorial recibía puntuales manuscritos y el escritor vivía muy bien de las ventas de su libros escritos en 4 días.

Dicen que en los años veinte, la poeta más importante de cierta provincia argentina era una mujer de modos rudos, casi varoniles, apenas instruida y alcohólica. Fue precisamente su alcoholismo la inspiración para escribir los poemas de amor más dulces que se han escrito en Santa Cruz, y en sólo una noche de copas podía escribir poemas dedicados a cada uno de los parroquianos de la taberna, por desgracias, los trozos de papel para envolver los víveres donde eran escritos se han perdido y sólo sabemos de ella por referencias.

Sé de un columnista de una revista electrónica que no tenía ideas para cumplir con la entrega de esa semana con su texto, por lo que invento historias de escritores que escribían contra reloj.

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