El dragón

El dragón

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Y de pronto el dragón se liberó, se dio cuenta que había crecido

y que los grilletes de cuello y patas no eran más que adornos en su cuerpo,

pequeñas intenciones de algún ser enfermo de ambición

de poseerlo con toda su grandeza y esplendor.

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El hermoso dragón voló con sus fuertes alas,

rugiendo, reafirmando con un profundo gruñido que nada podría detenerlo,

ni las flechas que le eran lanzadas, ni el fuego al que era sometido.

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Nada podría detenerlo.

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Ahora sabía que el fuego no era su enemigo, era su propia naturaleza

que habían usado contra sí mismo para infundirle temor e inseguridad.

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Pero cuando el dragón comprendió que el fuego y él eran uno mismo,

que era su mejor don, su mayor fortaleza;

entonces no hubo poder sobre la tierra que pudiera hacerle daño jamás.

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El dragón es libre, toma la forma que quiere

Y cuando lo hace, solo se le reconoce porque lleva un grillete al cuello

Para recordarle lo que fue y lo que ahora es,

un ser en todo su esplendor.

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Autora Verónica Guerrero H.