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Deja de mentir – Relato

Mientras veía tu cara pensaba, deja de mentir, realmente no vale la pena escucharte si cada palabra que sale de tu boca me despedaza el alma porque sé que nada es real. No podía y no quería seguir viéndote a los ojos cuando sabía que todo lo que pretendías era montar un acto y al final reírte de mí, por creer que me habías engañado, que me había tragado todo cuando ya no quedaba nada.

Cada palabra pronunciada era simplemente otra de tus mentiras y yo ya estaba cansada de jugar a que me la creía, como una vez creí que me amabas y que en realidad sólo pensabas en mí cuando en el fondo quizás siempre estuviste pretendiendo. Fue esa noche en la que lo supe, desde esa noche en que te seguí sin que tú te dieras cuenta. Vi tu auto aparcado frente a esa casa que hoy sé que es de ella, te seguí de cerca, con cada paso el corazón me latía cada vez más fuerte y finalmente al asomarme por unos segundos dejó de latir.

Lo vi todo, te vi con ella, la mirabas con esos ojos y esa sonrisa, la misma que me dedicabas cada que nos veíamos y acariciaste su cabello detrás de su oreja igual que me hacías a mí antes de dormir y se quebró, todo se quebró dentro de mí. Y sin embargo aquí estás, parado frente a mí tomando mi mano, viéndome a los ojos jurándome amor, sería una tonta si te creyera y te juro que una parte de mí muere por decirte que sí lo hace.

Es tal vez la misma parte que al ver la sortija de compromiso en tu mano quiere caer de rodillas llorando y decir que acepto, esa parte que quiere seguir ciega y creer que tu propuesta de matrimonio es algo real, pero no, debo dejar a engañarme a mí misma. ¿De qué te sirve mentir? ¿Para qué me quieres a tu lado? Nada cambiaría entre nosotros, yo seguiría siendo la tonta que espera tu llamada cada noche y tú seguirías siendo el que corre a su casa para darle lo mismo que me das a mí.

Seguiríamos fingiendo, seguiríamos pretendiendo. Tú seguirías diciendo que me amas y soy la única para ti, yo seguiría fingiendo que no sé de ella y que tu amor me pertenece a mí y yo ya no estoy dispuesta a seguir en este juego. Por favor guarda el anillo y vete, ya no puedo seguir tragándome todas tus palabras porque sé que ella te espera, porque sé que en cuanto te vayas conducirás tu auto hasta ese departamento, la besarás y la llevarás a la cama rodeándole la cintura con tus brazos y la harás tuya con esa pasión que conozco de sobra.

Dile lo mismo que me has dicho a mí, saca del bolsillo de tu saco la pequeña caja negra, muéstrale la sortija, hazla sentir única y quizás en este segundo intento ella te diga que sí.

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