Quisiera cruzar la calle y andar de cantina en cantina; embriagar mis ilusiones y vomitar las esperanzas. No es que tu encanto sea tan efímero como para desear expulsarlo de mi humanidad; es sólo cuestión de enfoques.
Jugué parte de mi repertorio, pero la belleza de tu mirada es un juego de azar. Tu voz es equiparable al canto de las sirenas; el encanto que produce en mí es inmediato. Acompañada de una triste melodía, produce un mar de lágrimas que recorre mis mejillas.
Y mirarte frente a mí, bebiendo un café caliente y regalando sonrisas, fue una sensación única e indescriptible. Habría pasado el día entero observando tu rebelde cabello y los hoyuelos que hacen evidente tu alegría. Tu sinceridad y confianza tomaron por asalto mi aliento.
Pasaron los días y la incertidumbre me invadió. La rasposa voz de Joaquín Sabina me mantiene pegado al teclado. Con el pesar al filo de la garganta analizo la situación. Quisiera escribir la canción más hermosa del mundo y abrir los ojos; darme cuenta que el amor no es más que una falacia fugaz.
Buscarte con la mirada es una necesidad implacable. Me encantaría creer que esta sensación es mutua; compartir un sentimiento, aunque eso signifique, al menos para mí, compartir una indiferencia mutua cada vez que nuestros caminos se cruzan.
No se trata, al menos para mí, de fingir que vivo en total depresión o que me importas lo suficiente como para despertar con tu imagen al amanecer. Como cualquier otro humano tengo un ritual inamovible. Deseo dormir cinco minutos más, enciendo el calentador, entro a la ducha, bebo la leche directa del cartón y parto rumbo a mi destino habitual.
Eres y has sido una grata sorpresa. Disfruto jugar con la imaginación y visualizarme a tu lado: eso sólo cuando estoy de buen humor. El resto de los días los paso blasfemando contra todo lo que se cruza en mi camino; miro con sumo desdén a quien me rodea y me invaden las ganas de discutir sin razón.
Tendré que encontrar mi balance. Todo es cuestión de enfoques; a veces eres simplemente maravillosa y tu encanto me resulta particularmente perfecto; otras tantas me resultas un capricho natural que deseo erradicar de mi pensamiento.
Estoy confundido y lo sé bien: quizá no están bien calibrados los colores de mi felicidad, pero tarde o temprano te acostumbrás a andar por las calles con sólo media vida. Transitaré por el camino sin mucho sentido; con el pesimismo a flor de piel, las ojeras en el mirar y el peculiar sonido que se genera cuando arrastro los pies.