Análisis película Mute | La nueva comedia (cyberpunk) involuntaria de Netflix

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Desde hace varios años Duncan Jones (Warcraft, 2016) había escrito “la película de sus suenos”, una secuela espiritual de su bien recibida opera prima Moon. Ningún estudio de amplio calibre le dio luz verde al proyecto; pero un día llegó el salvador de las causas pérdidas, Netflix, por supuesto, y le dijo . De esa forma nace Mute, una de las películas originales más recientes de la plataforma; otra escandalosa decepción.

Desde que Jones estrenó Moon, su carrera cinematográfica descendió en un abrir y cerrar de ojos; dirigió la correcta Código Fuente y luego estuvo tras la cámara en la adaptación del vídeo juego Warcraft. Se puede creer que el rechazo de los estudios hacia Mute fue a causa de tal declive y optaron por no arriesgar de nuevo y sí, probablemente algo hay de eso pero también es cierto que, una vez vista la película, no sorprende la negativa colectiva porque Mute es de las peores películas del año y aun no termina su primer trimestre.

¿De qué va Mute?

Mute propone dos historias diferentes: Leo es un bartender mudo que emprende un viaje por los suburbios de Berlín para encontrar a Nadirah, el amor de su vida. Mientras que Cactus Bill, un cirujano americano, trabaja de forma clandestina, junto a su colega Duck, esperando tener sus papeles en regla para poder regresar a su país. En algún momento de la trama (al final) ambas historias se conectan para cobrar sentido pero antes de que eso suceda debemos procesar al menos hora y media de giros “inesperados” que en vez de dar forma a la historia o por lo menos despertar el interés del espectador, termina siendo una secuencia de ideas pésimas e innecesarias que convierten este drama cyberpunk/futurista en una comedia involuntaria.

Aquí entramos en spoilers…

Leo es amish por lo que su mamá no le deja operarse para recuperar su voz, obviando el hecho de que Leo tiene más de treinta años vive solo, trabaja, es completamente independiente y ya tiene potestad de elegir entre operarse o no. Además lo presentan como un alma vieja, despojado de la tecnología (no tiene celular ni nada que se le parezca) por lo que prefiere pasar el tiempo dibujando y tallando en madera. Es un tipo pacífico, y hasta penoso (pero que tiene cara de un dios griego) y sobre todo es un romántico empedernido.

Por otro lado, Cactus Bill, con el nombre nos demuestra que la gente en el futuro estará muy loca para llamar a un hijo Catus Bill, es un señor muy malo (lo sabemos por el bigote) que fue a la armada (lo sabemos por los tatuajes) pero que está atrapado en Alemania con su colega Duck, un pedófilo (lo sabemos por la peluca y los lentes de Harry Potter) y que sólo se muestra humano cuando está con su hija.

Fin de los spoilers.

El primer error de Duncan Jones es que se toma demasiado en serio y la historia, que busca ser compleja pero en realidad es un disparate, no congenia con la puesta en escena que tal vez es lo más destacable pero también presenta problemas. Los decorados, con muchas luces de Neón y referencias cibernéticas está muy bien pero en un par de escenas (el inicio y las afueras de una casa en el bosque) no tienen nada que ver con lo que muestran el resto de la película. Además resulta muy impostado la decisión creativa de que todo en el futuro es excesivo. Por ejemplo, los personajes llevan peinados estrambóticos, implantes de frente (!); hay robots strippers pero no robots en plan Jude Law en Inteligencia artificial, robots como Alfa de Power Rangers. El vestuario es una mezcla de estilos pasados por lo que ella, Nadirah, va vestida como una actriz de Hollywood de los años veinte y ellos, el resto del elenco (hombres blancos) van como estrellas del cine porno de los setenta y los extras parecen miembros del reparto de alguna parodia de Back to the Future II.

Y hablando de los personajes no hay que pasar por alto a los actores donde destacan Alexander Skarsgaard (Big Little Lies), quien da vida a Leo, además de mudo parece estar deprimido porque pasa toda la película con cara de cachorro triste; Paul Rudd (Ant-Man) y Justin Theorux (The Leftovers), son Cactus y Duck, dos villanos cargados de tópicos y la desconocida Seyneb Saleh que tiene poco material entre manos. Es increíble como estos tres actores que gozan del mejor momento de sus respectivas carreras hayan acabado en este bodrio que pasada la primera hora sigue divagando sin rumbo fijo.

Es una pena que Jones haya fracasado estrepitosamente con el proyecto porque sí tiene muchos defectos y prácticamente ninguna virtud pero se nota el cariño que le ha impregnado, tanto así que por primera vez ha optado por usar la música de David Bowie, su padre, como parte del soundtrack, a quien por cierto también le dedica la película en un cartel final muy sobrio pero emotivo y es allí cuando realmente uno como como espectador desea que la película haya sido buena.

Entonces, nos preguntamos a que juega Netflix. Por un lado adquiere y/o produce películas de autores independientes como Mudbound (dir. Dee Rees) y First They Killed My Father (dir. Angelina Jolie) pero por otro lado se convierte en un contenedor donde los grandes estudios pueden verter su basura en forma de películas de ciencia ficción como Bright (dir. David Ayer) o The Cloverfield Paradox. Por suerte este mes también estrenarán Annilihation (Aniquilación) del director de la aclamada Ex_Machina que también apuesta por el mismo género y se perfila como la salvación de la plataforma en temas de cine.

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